La última vez que fue ayer

Los que venimos de un barrio periférico y con fama de problemático sabemos que no es el león tan fiero como lo pintan. Sabemos que hay paisajes que solo nosotros sabemos apreciar porque para nosotros significan algo, porque están llenos de recuerdos y de vida, aunque para los demás no sean más que parques abandonados o edificios en ruinas. Sabemos que poseemos personajes de novela, frases míticas, derroches de cosas malas y también de buenas. Nos rodea la desgracia y la pobreza, la ilusión y el ansia. Se nos van algunos demasiado pronto y otros no quieren marcharse nunca. Y tenemos claro que la fisionomía del barrio, con sus ecos y sus sueños, ha cambiado con el tiempo. Pero nos consta que allí, en esas calles y esos momentos, estuvimos, fuimos y, alguna que otra noche, rozamos la felicidad con la punta de los dedos.
Los que venimos de un barrio periférico con fama de problemático sabemos que La última vez que fue ayer es una fotografía rodeada de palabras que nos hace pensar con nostalgia en todo lo que implica vivir.

La radiografía del barrio presente en la novela se palpa desde la primera página. Los no lugares que lo componen se dibujan a través de los vecinos de este arrabal que, desde el punto de vista del narrador, son el eco de los años en los que transcurre la trama y que va transformándose en las tres partes que componen el texto divididas en los años 1988, 1992 y 1994. La época previa a este período respira la nostalgia de una infancia aceptable en la periferia metropolitana que vivía a un ritmo distinto al del resto de la ciudad. Este aislamiento alimenta el espíritu de pertenecer a este lugar creando una comunidad que compartía espacios de ocio, de protesta y de cotidianeidad.
Las idas y venidas de los componentes de este extrarradio transforman a sus moradores y a los recovecos por los que transitan. Los cambios, en sí mismos, no son ni buenos ni malos. Son solo cambios. El efecto de estos en el paisaje, en las personas y en la interacción de estas con los espacios viejos y nuevos refleja el estado de ánimo de la gente. Las ausencias que enumera la voz narrativa acentúan la añoranza que siente por las personas que solo existen en nuestra memoria. Ante la llegada desbordante de la remodelación y la ampliación urbanística del barrio, los habitantes de este se marchan, fallecen o se adaptan.
Este proceso vital lo plasma el autor con acidez contra la fascinación desbordante que transpira el progreso que aterriza al hábitat periférico del joven que nos presenta su hogar con sus claroscuros. del estilo narrativo del texto, cabe destacar también que los diálogos fluidos entre los residentes de este arrabal poseen una fluidez que te transporta a uno de estos rincones urbanos tanto los coetáneos al del texto de Márquez como a algunos de hoy en día. Por otro lado, en estas conversaciones recaen escenas desternillantes por boca de los habitantes del extrarradio.
La última vez que fue ayer es un atlas de geografía humana de un barrio moldeado por sus gentes, sus imperfecciones, sus ausencias y por el cambio trepidante que se asentó en este rincón urbano para bien y para mal. En este espacio mutable la voz narrativa nos muestra la huella que sus vecinos y seres queridos dejaron en su pequeño mundo.


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He tardado en poder empezar este libro por diversos problemas, pero una vez que lo he abierto no he podido soltarlo.
Es una historia cruda, sincera y sin medias tintas.
Si bien es cierto que al principio puede resultar una narración un tanto extraña, ésto no tarda en hacer que te involucren aún más en este lugar y sus gentes.
No es una lectura para todos, pero si está hecha para ti se convertirá sin duda en una historia inolvidable que revolverá tus emociones.