Hace unos meses leí “El Sur” y “Bene”. Me gustaron mucho ambas novelas cortas (más la primera que la segunda), y me quedé con ganas de leer más de esta autora.

Con su siguiente novela, obtuvo el III Premio Herralde de Novela (que ya entonces solía recaer en alguien publicado en la editorial). Me ha parecido una novela de peor calidad que las dos nouvelles anteriores, pese a estar muy bien escrita.

La anécdota es sencilla: una maestra se traslada a un pequeño pueblo de Las Alpujarras; allí conoce a Elsa, una mujer que vive una absorbente historia de amor con un hombre al que no conoce.

Por un lado, me da la impresión de que se trata de un relato alargado hasta alcanzar la categoría de novela; cierto es que una novela puede ser breve sin perder por ello su identidad (“El túnel”,”Pedro Páramo”o “El diablo en el cuerpo” sirven de ejemplo), pero esta novela, cuya esencia sentimental es evidente (“Las afinidades electivas” es una de las lecturas que se explicitan a lo largo de la historia y que sirve para explicarla), requeriría un mayor desarrollo para que resultara convincente la extraña relación que se establece entre Elsa y Agustín, ese hombre que conoció en Barcelona, al que solo ha visto una vez y al que hace objeto obsesivo de su amor. A mí no consigue parecerme verosímil, le falta profundidad.

El otro problema que le veo es el punto de vista; Adelaida se ha desdoblado en dos: la narradora que nos cuenta la historia como testigo y la misteriosa Elsa. La autora recurre al cuaderno de esta para que conozcamos sus pensamientos más íntimos, que de otra manera desconoceríamos. ¿Para qué entonces recurrir a la maestra? Si interponemos una narradora testigo para crear misterio en torno al protagonista (como ocurre con Nick Carraway), debemos dejar los suficientes espacios oscuros para que el personaje genere interrogantes a su alrededor. Aquí se ha recurrido al tópico diario que permite conocer la descripción de esos sentimientos amorosos (que por otra parte, no tienen mucha explicación), lo que desdibuja el papel de la narradora.

Por el planteamiento de la historia habría resultado más convincente una novela psicológica, o que la autora hubiera optado por la elipsis haber transformado la novela en una narración breve impresionista. Empieza creando unas expectativas (los primeros capítulos con el mal de ojo y la ceremonia para ahuyentarlo hacen pensar en otro tipo de narración), que luego se diluyen en Elsa y su errático comportamiento. Por supuesto que el personaje está desequilibrado, pero para mí resulta de cartón piedra.

Para mí es una novela fallida; muy bien escrita (el estilo lírico de la autora es una delicia) pero que evidencia que Adelaida tenía un talento de tiro corto.

Este libro me gustó tantísimo que no sé muy bien qué decir. ¿Son las cosas que nos imaginamos menos reales por existir sólo en nuestra mente? ¿Cómo podemos llegar a destruirnos por creer en una historia de amor que nosotrxs hemos construido? Adelaida García Morales lleva estas ideas al extremo y representa la Alpujarra granadina de una manera tan tangible que parece que estamos viviendo ahí. No quiero revelar nada porque creo que lo guay es leerlo sin saber absolutamente nada.

No me gustó esta lectura sin frontera entre lo real y lo imaginario con esa predilección manifiesta de la autora por la hipnosis.
Francamente poco interesante.