Geografía de la oscuridad

Katya Adaui (Lima, 1977) ha publicado este año 2021 con la editorial Páginas de Espuma este conjunto de dieciséis relatos que nos acercan al seno familiar, a las relaciones paternofiliales vistas desde un punto realista y con un lenguaje preciso que nos desmitifica la idea del espacio familiar como el del amor incondicional y refugio ante adversidades. La casa familiar y sus relaciones pueden ser y convertirse también en ese lugar de frustración, desamparo, hostilidad, y de daño irreparable en el desarrollo de la personalidad del hijo o hija y sus circunstancias de vida. No obstante, Adaui en un paso más allá nos presenta esa ambigüedad o ambivalencia, esos tonos grisáceos en los sentimientos y acciones de nuestros seres familiares más relevantes, como son los padres. Por ello, a lo largo del recorrido de estos relatos, los hijos alzan la voz, quieren hacerse escuchar, a la vez que se preguntan acerca de estos vínculos rotos y de grietas familiares, como la pared que se quiebra. Adaui no juzga a sus personajes, simplemente nos muestra los problemas que acucian a los hijos en relación a la figura del padre o la madre. Estos relatos nos llevan de la mano a la reflexión sobre lo difícil que resulta ser padres, pues no hay instrucciones de uso que valgan, pero también la de ser hijos. Los personajes son poco convencionales, siendo las relaciones entre ellos una mezcla de animadversión o actitud conciliadora, de amor o aversión.

Adaui crea un atmósfera un tanto particular, de espacios colonizados por los insectos que muestran lo abyecto como casas agrietadas que simbolizan todo un significado. Un lugar incómodo que deja de ser paraíso para convertirse, en ocasiones, en territorio de terror. El gran acierto de Adaui ya no es solo lo que narra en sus tramas sino cómo lo ejecuta, con cortes asépticos realizados con bisturí, el lenguaje es la clave. Un lenguaje que encadena frases cortadas por acciones o situaciones que van marcando la cadencia del relato. El cuidado y atención a cada palabra es vital para la autora. Sin duda esto es lo que hace al libro tan especial.

Geografía de la oscuridad nos muestra lo oscuro, pero también observamos rendijas de luz de humanidad en ciertos personajes. Una no puede existir sin la otra, bien se sabe. Espacios, voces y perspectivas se dan cita para mostrar el paraíso y la paz perdida de algunas familias donde apremian las discusiones, los desencuentros y encuentros entre padres e hijos. Relatos que hieren por su palpable realidad, sin adornos ni paliativos, descarnados, en los que nos preguntamos tal vez si es posible escapar de la oscuridad de los otros o de nosotros mismos cuando se trata del ambiente familiar, tan accidental, sin posibilidad de elección y que nos marcará para toda la vida.

A ver cómo os lo digo... estos relatos os van a dejar de cualquier manera excepto indiferentes. A mí me ha volado la cabeza directamente.

En primer lugar debo contaros que el estilo de Katya es algo que no había visto jamás (o al menos no tan perfectamente conseguido): frases cortas, cortísimas, punto y seguido tras punto y seguido, frases que a veces parecen versos (no solo por musicalidad, también por el uso del lenguaje y sintaxis), cambios de voz narradora aún dentro del mismo relato cuando se supone que es una sola persona la que te lo cuenta. Mentiría si dijera que me enganchó desde el principio este estilo, pero también lo haría si no os dijera que al tercer relato ya estaba entusiasmada y obligándome a ir despacio y dosificar la lectura.

Tenemos también el nexo común que une todos los cuentos: hijas e hijos y sus relaciones con sus progenitores, traumas adultos de los que es imposible salvar a la descendencia, odios insalvables, huídas hacia adelante y hacia atrás, historias familiares que si hubiera que dibujar, así como cuando en el colegio nos hacían dibujar a nuestra familia, no habría maripositas ni nubes azules, más bien tormentas y alacranes, preguntas sin respuesta y respuestas que solo llegan después de la ausencia del padre. Pero no nos equivoquemos, también habrá lugar en estos relatos para la esperanza y la "reconstrucción" del hijo a pesar del padre y para la comprensión y el amor como pago por el afecto recibido.

La ambientación (tanto espacial como emocional) de todos los relatos son perfectas, te sumergen de lleno en la historia que te cuentan y son muy visuales. Como en toda colección de relatos hay algunos que me han gustado más que otros, pero en su gran mayoría me han gustado mucho y me han sorprendido con sus finales, que eran como..."¿Hola, en serio?" y ese 'descoloque' obligaba a la relectura.

Resumiendo y para terminar: No son relatos al uso, el estilo es muy distinto a cualquiera que haya leído antes. Katya se atreve a ahondar en algo tan complicado -y no siempre feliz- como son las relaciones paterno-materno filiales. Hay pérdidas, hay odios, hay sentimientos de falta y de culpa, hay -en una palabra- humanidad y desmitificación de los padres perfectos y entregados y de los hijos abnegados y obedientes.