Yo, El Destripador

Esta mañana había sido una agonizante lucha para Mary. Dinero. Había tanto dinero en esa bolsa, que ni siquiera había considerado contarlo. Pero lo suficiente, seguramente, como para que y no necesitara hacer ni un solo trabajo en su vida. Nunca Más. No obstante, estaba preocupada. No tanto por la ética de la situación. Al demonio con eso, el dinero era suyo. Pero le preocupaban cuestiones más prácticas. Una preocupación persistente que pinchaba su burbujeante euforia. Era mucho dinero el que llevaba ese caballero. Se preguntaba si era transportado de un lugar a otro. Era el dinero de alguien. ¿Acaso alguien que tenía mucho más? ¿Alguien poderoso y rico? ¿Alguien que estaría buscándolo?

Mary corría apresurada por el callejón, una carrera enloquecida, atravesando un callejón angosto, de camino empedrado y desigual, en medio de unas paredes de ladrillo húmedas y oscuras. Ella podía escuchar al sujeto que la llamaba por su nombre, una voz rabiosa de acento extranjero que prometía limpiarle las entrañas como si fuera un bacalao fresco recién atrapado, una vez que la alcanzara.