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ISBN : 8494855247
81 páginas
Editorial: Boria Ediciones (01/02/2019)

Calificación promedio : 4/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Rendirse al cimiento de los pasos nos puede llevar al absoluto desconocimiento de uno mismo, pero si sabemos escuchar y leer entre líneas quizá alcancemos alguna suerte de Edén. Es este recorrer la ciudad-sin-nombre el tránsito en el que la autora versa la rebeldía y la ruptura, los sueños y las inquietudes que son el propio camino en sí y sus múltiples salidas.

Anabel Úbeda trasciende las imágenes y los sonidos para salvarse en un mundo onírico de c... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
laurass89
 01 May 2019
El azul es el color de la tristeza y esto es así desde no sabemos cuándo, quizá Goethe fuera el culpable. Pero hoy no, hoy el azul no va a ser solo la tristeza, va a ser también el hacerse más sabia, el aprender de los pasos que hemos dado, va a ser cielo y por tanto libertad, va a ser vuelo del pájaro y por tanto esperanza.

El azul lo es todo y nada en Visiones del Refugio Azul, el libro que hoy nos trae aquí. En él, encontraremos momentos que hemos vivido todas como una ruptura o el comienzo de una amistad, encontraremos cotidianidades y extrañezas que nos acompañan todos los días.

Un pájaro con doble cola

Lo primero que encontramos cuando abrimos el libro de Anabel Úbeda es su Preludio en el cual la autora, ante su no poder aferrar la idea, invoca a las musas, como los poetas de antaño, para que la ayude en su tarea que es verter todo aquello que de azul encuentra en sí. La musa no es una cualquiera, es aquella que habla del amor. Pero no lo entendamos como algo romántico, la musa es exigente e interroga a esa voz poética por sus propósitos. Y ella nos explica que contará lo que le ha pasado, sus sueños y sus hechos.

Sin embargo, escribirnos estos poemas no ha sido tarea fácil, la tradición y los sentimientos la bloquean. No obstante, encontraremos dos elementos que darán alas a nuestra escritora para poder ofrecernos esta estupenda obra. Después del Preludio, encontraremos el poemario dividido en seis partes más un epílogo. Cada una de ellas reflejara un momento vital de la autora o conceptos con los que ella juega. Pero, a estas alturas, ¿de qué va el poemario? Bajo mi punto de vista, el poemario juega con el vuelo de un pájaro que navega en ese refugio azul. Un pájaro que en ocasiones identificaremos con el amor y otras con la propia poesía, pero siempre con el yo poético.

Amor, memoria e inocencia

Así, en su primera parte «Tránsito vigésimo», encontramos los primeros pasos de esta voz que se excusa por su inexperiencia, pero que reivindica su derecho a sentir. Sentir un amor frustrado, sentir la conciencia de que ya se ha vivido tiempo para empezar a tener recuerdos, gritar por la pérdida de la inocencia, en muchos aspectos, y pisar fuerte para comenzar con ese «amor», la literatura.

Los poemas, de manera general, nos pueden parecer piezas difíciles, pero lo único que tenemos que hacer es imaginar y extrapolar. En ese sentido, en esta parte del poemario, la autora enlaza magistralmente la realidad del yo poético, con la realidad material que tenemos en las manos. En estos poemas vemos la fusión de la pérdida del amor con la adquisición del impulso necesario para crear. Podemos leerlo como solo poemas de amor, podemos leerlo como solo poemas literarios, pero lo genial de Anabel es que ambas líneas se traspasan y desbordan y somos capaces de leerlas a la vez. No obstante, aunque se entrecruzan pone su perspectiva encima de la mesa sobre la cuestión que aquí la trae: el azul del abandono y el perderse a una misma. Clama lo que es suyo. La verdad que se atrevió a decir ante aquello que la ocultaba.

Mi habitación propia en la ciudad-sin-nombre

Una vez decida, como bañada en esa luz azul, después de ese «romper a vivir» la voz comienza a descubrir el mundo a su alrededor, el cual le ofrece miles de posibilidades. Así, comienza Anabel Úbeda a navegar en conceptos y objetos (como los músicos de Bremen o el Guernica), empleando las realidades comunes, como la política, como artefacto poético. En ese buscar en el mundo comienza a darse cuenta de que hay otros. de este modo, en la siguiente parte, «Manos acompañantes», vemos como la voz poética se reconoce en el otro, en el afecto que en el otro nos brinda y comienza a describirnos los tipos que la rodean (el poema Insensible risión es un ejemplo estupendo de cómo decir cuatro cosas bien dichas sin terminar de faltar el respeto), por ejemplo, del Bohemio, ese poeta atemporal, o nos habla de cómo nace una amistad. Reconocido este mundo, da un paso hacia adelante.

En «Hallazgos oníricos», la siguiente parte de nuestra obra de hoy, encontramos para mí (y sin referencias políticas de por medio) el «sí se puede» del libro y, para mí repito, es la mejor parte junto con «Tránsito vigésimo». El motivo es que si en la primera parte se nos contaba el por qué necesitaba escribir, en esta ya escribe, en esta ya configura la realidad con su poética (esa que ha estudiado en las partes anteriores) y nos deja poemas que dejan la piel de gallina. El primero, sin ir más lejos, Inerte susurro de la creación, nos explica cómo una vez dada a luz la creación poética es un ente con vida que se vuelve a nosotros, nos mira el rostro y nos pide responsabilidades. Pero igual que el poema vive, nosotros vivimos a través de él y alzamos la voz. Como en el poema Madre Tierra, donde Anabel deja claro que las princesas han de salvarnos enseñándonos aquello que no debemos permitir que hagan ni nos hagan.

Ahora bien, no solo nos salvan, sino que nos salvamos y así termina esta parte con Distopía en donde el héroe salvador del mundo es la poesía que fluye y escribe la última parte del libro. En «Timbre y espejo», la voz poética llama al principio del poemario, llama al dolor y al recuerdo, y comprende que conociéndolos puede conseguir la libertad. de esta manera, va desarticulando a continuación aquello que nos rodea y nos violenta: Maldita rutina (para mí de los mejores poemas del libro), Posmodernismo (maldita época en la que nos criamos)…

Finalmente, un pulso

Hasta que llega a «Encuentro». Para mí este parte condensa todo lo que se pueda decir del poemario. En esta pieza, la autora cierra ese volver al principio, es decir, cierra la trayectoria vital que ha ido desglosando y devorando la voz poética, y consigue la paz. Y como decía al principio, podemos entender que esta paz, este «hogar» que dice en el propio poema, puede referirse al amor o a la poesía, pero ¿qué diferencia hay? Nos conmueve y alivia en el mismo grado.

En definitiva, y como vemos, el poemario de Anabel Úbeda Bernal, es una invitación a conocernos, a personarnos aquellas cosas que en un breve espacio de vida para el resto, pero un mundo para nosotros, hicimos, nos hicieron y permitimos hacernos. La clave, la literatura, y de ahí esta obra. Para que todos la disfrutemos, para que todos amemos, para que todos sepamos que somos poesía.
Enlace: http://ellibroenelbolsillo.b..
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