Un día en la vida de un editor

Herralde es un editor elegante y esa elegancia transpira por las páginas de su último libro, Un día en la vida de un editor, que acaba de publicar Anagrama. Esa elegancia de gentleman la encontramos en el capítulo sobre el affaire entre Esther Tusquets y Lumen, también en su encontronazo y posterior reconciliación con el fecundo Juan Cruz y en el intento de compra de Anagrama por Planeta. Este libro es un recorrido a modo de fragmentadas memorias mediante la acumulación de textos breves éditos e inéditos sobre su labor profesional, que sacian la curiosidad del lector. Entre los inéditos, cabe mencionar el titulado “Operación Feltrinelli”, en el que Herralde expone la discreta adquisición de Anagrama por parte del grupo editorial italiano, aunque sin ahondar en detalles.
Anagrama es una de las pocas editoriales que logra que el lector compre a ciegas un libro, solo porque esté editado por Herralde y es que Herralde no vende libros, sino que publica autores, como él mismo ha apuntado en varias ocasiones. En su catálogo figuran (y resisten) Martin Amis, Kazuo Ishiguro, Michel Houellebecq, Raymond Carver, Piglia, Pitol, Jack Kerouac, Claudio Magris y John Fante, entre otros primeros espadas.
Jorge Herralde Grau era un ingeniero (dominaba las matemáticas) que trabajaba en la empresa metalúrgica de su padre hasta que se cruzó en su camino un libro editado por Feltrinelli, Senso e anagramma de Giancarlo Mannori. Nacía Anagrama. El bautismo como editor de Herralde iba a ser la obra completa de Camus y Sartre, pero Gallimard no cedió los derechos. El nombre de la editorial iba a ser Crítica, pero ya estaba registrado. A pesar de estos pequeños contratiempos, el 23 de abril de 1969 publicó Detalles de Hans Magnus Enzensberger, Las amistades peligrosas y un libro sobre Pierre Choderlos de Laclos con el ánimo de ser el baluarte de la contracultura. En los años 70, Anagrama se convirtió en la editorial de la izquierda heterodoxa española y su libro más vendido fue Cuatro tesis filosóficas de Mao Tse-tung. Anagrama nació como una editorial de ensayo, sobre todo político. Sin embargo, en 1977 se abrió paso la colección Contraseñas con autores como Copi y Tom Wolfe, aunque su precedente era la Serie Informal, que dio cabida a Shakespeare y Sade, pero “sin tanta visibilidad”. En mayo de 1981, la colección de tapas amarillas que Lara (Planeta) bautizó como la peste amarilla, denominada Panorama de narrativas y dedicada a la literatura extranjera, publicó su primer número: Dos damas muy serias de Jane Bowles en traducción de Lali Gubern (mujer de Herralde) y con prólogo de Truman Capote. Hoy la colección ha superado los mil títulos. La serie de Tom Ripley de Patricia Higsmith contribuyó a consolidar la colección y la editorial. Era una colección necesaria, porque a finales de los 70 en España cuajó el desencanto político, un hartazgo que alejó al lector de los libros de pensamiento crítico una vez “apagados los fervores de cambios radicales” sociales. Hasta los 90, el ensayo no recuperó el protagonismo editorial.
El laureado editor español explica los motivos de la creación de la Cátedra Anagrama en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), aunque el desglose de los actos organizados en su seno esté de más; recupera alguna carta inédita de Piglia, Pitol, Carmen Martín Gaite y Rafael Chirbes; rememora numerosas anécdotas de la Feria del Libro de Madrid; confirma que ganó premios de salto de obstáculos a caballo y que padeció una tuberculosis durante un año, germen de Anagrama por la consecuente reclusión lectora; exagera cuando sostiene que el futbolista Guardiola acabó de leer Bella del Señor de Albert Cohen diez minutos antes de jugar la final de la Copa de Europa de fútbol; homenajea a Bolaño repasando sus inicios hasta la conquista (tras 2666) del complejo mercado norteamericano, esencial para su consagración; recopila algunas de las cientos de entrevistas concedidas; confiesa que las biografías de escritores no suele ser rentables; ratifica que rechazó publicar El maestro de esgrima de Pérez-Reverte; nos da a conocer un simulacro de diario, que narra únicamente tres días en Londres entre museos, librería y editores, al igual que el fracaso en ventas del escritor norteamericano Donald Barthelme; declara su pasión por los diarios de escritores, principalmente los de Gide, Kafka, Pavese y Gombrowicz; cuenta, en el capítulo sobre viaje a EE. UU. de agosto de 1988, la bucólica cena con Grace Paley, el desconcertante almuerzo con Kurt Vonnegut, la visita a la casa de Tom Wolfe y a la “timidísima” Eudora Welty; repasa a vuela pluma los tiempos en que Barcelona era “una fiesta en continuo movimiento” y su amistad con Luis Goytisolo; y expone las causas del trienio negro (1978-1980) de la editorial y la lista de los libros “desaconsejados” por la censura franquista. Un volumen predestinado a todos los fieles lectores de Anagrama.