Solo los vivos perdonan

Cuando al talento literario se le suma el buen oficio de escritor, el resultado no puede ser otro que un deleite en fondo y forma.
Ismael Martínez Biurrun utiliza los elementos sobrenaturales, oníricos o fantasmales para abrir la puerta al inconsciente y quebrar cualquier coordenada lógica de realidad. Un instrumento narrativo para adentrarse en el pasado, en el fondo de la memoria y de la culpa. Espacios donde el lector siente que todo es posible. En mitad de una trama realista, dramática, esos estados alterados de conciencia dan acceso a nuestras capas más profundas de la mente, al contenido que subyace en lo más hondo del cerebro.
Y para ello, Biurrun se sirve de lugares que fomentan este quiebro de lo real: un desierto, un pantano, umbrales a otros mundos.
Novela coral, Solo los vivos perdonan se articula con formato de vidas cruzadas (valiéndose del diálogo directo entre personajes, confrontación en cara a cara), donde adquieren relevancia temas como la enfermedad, el perdón y su importancia redentora y, sobre todo, el peso del pasado hecho presente.
El hallazgo de un fósil como metáfora monstruosa y mortal. Tea, muchacha con un halo misterioso de deidad: su mirada que contempla a los demás.
Todo ello entrelazado en una trama bien urdida que surgió (según el propio autor) tras escarbar en un traumático recuerdo emocional.
Un excelente thriller fantástico, en suma, con el que acaba de obtener el prestigioso Premio Kelvin 505 del Festival Celsius de fantasía, terror y ciencia ficción (del que ya fue finalista en 2020 con Sigilo).