Solo amanece si estás despierto

En Solo amanece si estas despierto, José Luis Rodríguez del Corral nos descubre a dos personajes desalienados con su orden establecido que, en el periplo de sus vidas, han tocado un fondo duro e inquebrantable que les impide ver la visión exterior de las mismas, quedándoles una única dirección: su recorrido interior. Como ya intuían los herméticos egipcios, el hombre es un reflejo del cielo, un microcosmos en simpatía con el macrocosmos. No existe la muerte, solo la destrucción y renovación perpetuas.

Felipe y Amparo son dos personas que han perdido la identidad y el sentido en sus vidas, y a los que les hubiera resultado imposible encajar el uno con el otro cuando orbitaban en su día a día existencial, pues ambos son seres divergentes, con ritmos e intereses muy desiguales.

Un día sus circunstancias sobrevenidas les hacen coincidir en la terraza de su edificio y, como seres perdidos y desorbitados que son, sus vidas se alinearán por un tiempo y en este espacio concreto para crearse y recrearse en un universo propio e íntimo, donde la inteligencia e imaginación de una se enriquecen con el realismo y plasticidad del otro.

Así, en Amparo y Felipe descubrimos a dos seres desemejantes que por un tiempo coinciden en el espacio-tiempo para crear una simbiosis capaz de transformar sus vidas al ritmo que transforman su mente. La terraza es su escenario estrellado, donde el calor soporífero del estío sevillano hace que sus energías se ralenticen para poder recorrer sus caminos interiores más lentamente y, de este modo, alterar y profundizar en sus mentes para que el cambio en sus vidas sea posible.

En Solo amanece si estás despierto nos encontramos con una Amparo imaginativa, transgresora, inteligente, culta y, sobre todo, muy leída; una mujer que intentó suicidarse en la última Nochebuena, intención que, lejos de desaparecer, ha germinado en su mente y corazón, aunque antes de que llegue el susodicho día decide leer por última vez todos sus libros, los que más ama, para destruirlos después y cerrar las etapas de su existencia.

Por otro lado nos encontramos con Felipe, cincuentón arruinado económica y socialmente al que no le queda otra que irse a vivir a un bajo sevillano con su anciana madre. También piensa en el suicidio, pero no como algo filosófico, sino porque no sabe qué hacer con todo su tiempo; siempre ha vivido en el escaparate de la vida y, cuando este desaparece, su hastío y aburrimiento simplemente le desbordan. Una vez que descubre ese oasis escondido, el bueno de Felipe ya encuentra un sentido a su día a día y, para llenarlo y amueblarlo, nada mejor que la buena literatura, los queridos y amados libros... y a Amparo aún le quedan muchos que releer por última vez.

Con ellos vivimos un verano que parece interminable, si bien su historia, como todo, tiene fecha de caducidad, aunque eso no les impide disfrutar de sus días y sus noches, donde el presente con su ahora se impone para hacerles renacer con cada amanecer y soñar con lo que les espera en el ocaso del día.

José Luis Rodríguez del Corral nos invita en esta novela a abrir las mentes para dejar pasar una luz diferente, enriquecedora, transformadora y llena de sabiduría, capaz de iluminar los rincones oscuros que nos impiden avanzar y reconocer lo que realmente es importante. Es volver a la esencia, al principio de todo, siguiendo los pasos del gran Thoreau y sus magistrales enseñanzas.

Descubrir a José Luis Rodríguez del Corral es encontrar una narrativa exquisita y brillante en su prosa, donde el saber le hace pasar con justa medida por temas tan controvertidos como las distintas corruptelas políticas y su calado social, el suicidio invisible o el romanticismo transgresor. Lo encaja todo a la perfección con los distintos elementos literarios, creando con ello una novela simplemente maravillosa.
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