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ISBN : 8417134727
174 páginas
Editorial: Guillermo Escolar Editor (13/05/2019)

Calificación promedio : 4/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Los largos viajes a Europa, primero con su familia, más tarde con su marido, representan para Edith Wharton una alternativa feliz a la vida rutinaria, embotada social y espiritualmente, de Newport.

Desde muy joven encuentra en Europa los recursos intelectuales idóneos para una sensibilidad artística, literaria y filosófica que decae hasta la depresión, en sentido estricto, cuando su genio tiene que convivir con el día a día burgués de la cotidianidad... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Inquilinas_Netherfield
 12 November 2019
Creo que ya lo he dicho muchas veces así que no me repito demasiado: adoro Italia de punta a punta de la bota, he vivido allí, allí volvería a vivir, y me parece un país privilegiado para los que nos gusta viajar y perdernos fuera de rutas turísticas establecidas, porque te metas donde te metas descubres algo que enamora la vista. Así que no se me podía escapar un ensayo con un título tan sugerente como Paisajes italianos, escrito por Edith Wharton (hacía ya tres meses por lo menos que no os hablaba de esta autora, seguro que la echábais de menos xD).

Para entender este ensayo de viajes, las zonas de Italia en que se adentra y el modo en que está escrito, creo que primero hay que conocer algunas cosas a la autora. Edith Wharton era de muy buena familia, sus padres tenían mucho dinero, y volcaban esa prosperidad monetaria en viajes que a veces duraban años por el continente europeo, y que luego continuaron tras casarse. Por esta razón Wharton estuvo en contacto con el Viejo Mundo en general, e Italia en particular, desde que fue muy pequeña. A eso se sumaba que era una mujer extremadamente inteligente, con muchas inquietudes intelecturales y artísticas, y que su sensibilidad por la belleza en sí misma, por la naturaleza y por cualquier manifestación de arte, rayaba en una precisión en el detalle y una comunión con lo que sus ojos observaban que en negro sobre blanco se manifestaban con una prosa poética, exquisita, profusa y detallada en grado sumo. Por otro lado, tantas visitas a lo largo de toda su vida favorecieron que, una vez conocidos los lugares, ciudades y monumentos famosos, esos que todo turista visita, pudiera adentrarse en otra Italia, la que no aparece en las guías y que esconde tesoros maravillosos para el visitante avezado que decida salirse de la rutina. Esa es la Italia que vamos a conocer en Paisajes italianos.

Así pues, que nadie espere que Wharton nos lleve a Venecia, Roma o Florencia, por poner algunos ejemplos de grandes ciudades, salvo para comentar alguna cosa puntual, como el caso de un Presepio de terracota esmaltada que se encuentra en el Museo Nazionale del Bargello de Florencia, perteneciente a la escuela de della Robbia y que allí sigue, cien años después, porque yo misma lo he visto en persona y lo recordé al instante cuando se puso a describirlo (qué ilusión hacen estas cosas... xD). El caso es que lo que hace Wharton es contarnos precisamente sus excursiones desde estas grandes ciudades hacia destinos muy poco transitados por el turista común.

"Marzo es, en algunos aspectos, el mes más exquisito del año en Italia. Es el mes de las transiciones y las sorpresas, de las vehementes lloviznas intermitentes acompañadas de un corazón dorado de luz de solar, de campos desnudos invadidos durante la noche por las flores de los árboles frutales y setos vivos que brotan de forma tan repentina como las flores del bastón de Tannhäuser. Es el mes en el que el viajero del norte, receloso de la prometida clemencia de los cielos italianos y con la amargura del invierno aún en los huesos, al encontrarse con un terreno de prímulas bajo riberas deshojadas o con la continua llama de los tulipanes a lo largo de las acequias de un huerto de olivos, aprende que Italia es Italia, después de todo, y se abraza al pensamiento del negro marzo más allá de los montes".

Así, partiendo de los Alpes, en la frontera entre los valles suizos e Italia para remarcar el contraste que supone un mero cruce de fronteras en cuanto a cultura y riqueza paisajística se refiere ("puede perdonársele a un lugar que se encuentra a más de cuatro mil kilómetros de Italia que no sea italiano, pero que aquella aldea en la misma frontera permaneciese tan imperturbable e inamoviblemente helvética era una constante fuente de exasperación. Incluso el propio paisaje había desaprovechado su oportunidad"), ponemos pie en tierras italianas y nos perdemos en esos sitios que no aparecerán en ninguna guía de viaje que se precie. Junto a Wharton visitamos muchos lugares de peregrinación y santuarios en los Alpes peninos, como la iglesia de la Madonna di Tirano (en la Valtelina) o la ermita de San Vivaldo, famosa por su serie de grupos de terracotas y que para mí ha sido uno de los grandes descubrimientos de la narración porque no la conocía pese a estar en la misma Toscana (se remonta al siglo XIV, y alrededor de la ermita comenzaron a construirse iglesias y capillas llegando a formar casi un complejo de edificios que más parece un pequeño pueblo que otra cosa). La pintoresca aldea de Chiavenna, el puerto de Lovere, Tirano ("una de esas ignoradas ciudades sobre las que no se ha historiado, y que reservan para el ojo observador un tesoro de discretas impresiones"), Brescia, Andorno, Oropa, Varallo... También visitamos alguna ciudad más grande, como Parma, pero a modo de reinvindicación de los tesoros que esconde, pues la autora cree que la aparente simplicidad y la ausencia de lo superlativo minimiza su encanto a ojos del visitante, y por ello defiende que hay que esforzarse por conocerla y perderse en ella.

No me voy a adentrar pormenorizadamente en la ruta narradas por Wharton porque es detallada en grado sumo y en cierto modo debe descubrirla el lector. Pero no esperéis un relato de viajes convencional, superficial y somero, de esos que se quedan solo en lo evidente y que apenas describen lo que salta a la vista sin adentrarse realmente, de verdad, en lo que se halla ante los ojos. No, Wharton realiza un recorrido exhaustivo, pormenorizado y descriptivo hasta el detalle de todo lo que abarcan sus ojos a lo largo y ancho del paisaje que tiene delante. Y cuando a esa naturaleza se unen la arquitectura, la escultura o la pintura, se adentra también en ellas de un modo casi doctoral analizando sus peculiaridades, historia y circunstancias de tal modo que denota un profundo (profesional, diría yo) conocimiento del arte italiano, ya sea renacentista o posrenacentista. Estamos por tanto ante un ensayo de viajes en el que no solo encontramos una narrativa descriptiva de una riqueza profusa (y a veces hasta apabullante en su exuberancia) en lo que a naturaleza y paisajes se refiere, sino que la autora da toda una muestra de su faceta crítica al adentrarse en el terreno de la historia del arte en todas sus variantes demostrando que sus inquietudes, sus estudios y su formación iban mucho más allá de lo que la simple curiosidad e interés por aprender y conocer exigen.

"La frontera, que cruza tierras bajas con sus granjas de tejas rojas y sus huertos de moreras, se eleva gradualmente hasta una región de susurrante verdor. Torrentes de montaña fluyen entre las orillas flanqueadas por alisos, bueyes blancos dormitan entre los setos de acacias y en los huertos de almendros y cerezos las vides tienden sus virgilianas guirnaldas de un floreciente árbol a otro. Esta tierra pastoral se despliega en dirección al oeste hacia los Alpes grayos en forma de ondulante y verde mar; pero hacia el norte se convierte de forma abrupa en la cumbre contra la que se eleva la hilera de casas que compone el esbozo de Biella."

Los párrafos que os he ido enseñando dan buena muestra de lo que se puede encontrar en el libro narrativamente hablando. Y os voy a ser muy sincera, como siempre. Yo adoro la prosa de Edith Wharton, creo que he dado pruebas suficientes de ello en el blog porque la traigo cada pocos meses, pero sé que es una autora que a algunos lectores se les atraganta un poco y su estilo narrativo se les hace cuesta arriba (sobre todo en sus novelas). Por eso cuando reseño nouvelles o relatos os digo que os animéis con ellos porque merecen mucho la pena y la lectura es fluida y muy amena. Paisajes italianos está en otra liga, es un ensayo crítico en toda regla redactado con una prosa agradable, casi bella, pero florida y para algunos gustos lectores imagino que excesiva. El ensayo en sí mismo es fantástico, el recorrido que muestra es de esos que te llaman a coger el libro y seguirlo al pie de la letra y, en definitiva, leer a Wharton siempre es un placer por muchos motivos. Pero también es verdad que la narración es de esas que te obligan a leer un capítulo al día; la pormenorización descriptiva es de esas que piden al lector que pare la lectura para asimilar todo lo leído y darse un respiro.

Paisajes italianos no es un libro que se lea de una sentada a pesar de sus escasas 170 páginas. al contrario, le exige al lector esfuerzo y mucha atención e interiorización de lo que está leyendo si no quiere cometer el error de leer por leer. Yo lo he disfrutado mucho, paso a paso, buscando los lugares de los que hablaba, las iglesias que nombraba, tal pintura, tal edificio, tal plaza... leía un capítulo y paraba, y si tenía que releer un párrafo porque sentía que había perdido el contenido informativo en el continente profuso, lo releía. Os doy el aviso sobre el estilo en que está escrito porque debo hacerlo, porque sé que no será del gusto de todo el mundo y porque sé que no todos los lectores están interesados en depositar tanto esfuerzo en un libro, pero para aquellos que sí lo estén y quieran viajar por una Italia desconocida, en la que cada particularidad del paisaje tiene su lugar en la visión conjunta que la autora percibe en el camino, visión que despliega a lo largo de las páginas con belleza, conocimiento y sabiduría... que no lo dejen pasar. Lo cerrarán deseando poner rumbo a Italia e intentar mirar el mundo como ella lo hacía.

Por cierto, no puedo despedirme sin nombrar, porque bien se lo merece, a la traductora del ensayo, María del Carmen Rodríguez Gil. Un trabajo simplemente maravilloso de un texto enormemente complicado que no pierde en la traslación ni un ápice de su complejidad ni de su exquisitez y belleza. Un placer.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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Citas y frases (2) Añadir cita
Inquilinas_NetherfieldInquilinas_Netherfield13 November 2019
Marzo es, en algunos aspectos, el mes más exquisito del año en Italia. Es el mes de las transiciones y las sorpresas, de las vehementes lloviznas intermitentes acompañadas de un corazón dorado de luz de solar, de campos desnudos invadidos durante la noche por las flores de los árboles frutales y setos vivos que brotan de forma tan repentina como las flores del bastón de Tannhäuser. Es el mes en el que el viajero del norte, receloso de la prometida clemencia de los cielos italianos y con la amargura del invierno aún en los huesos, al encontrarse con un terreno de prímulas bajo riberas deshojadas o con la continua llama de los tulipanes a lo largo de las acequias de un huerto de olivos, aprende que Italia es Italia, después de todo, y se abraza al pensamiento del negro marzo más allá de los montes.
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Inquilinas_NetherfieldInquilinas_Netherfield12 November 2019
Puede perdonársele a un lugar que se encuentra a más de cuatro mil kilómetros de Italia que no sea italiano, pero que aquella aldea en la misma frontera permaneciese tan imperturbable e inamoviblemente helvética era una constante fuente de exasperación. Incluso el propio paisaje había desaprovechado su oportunidad
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Vidéo de Edith Wharton
Nacida en el seno de una rica familia de Nueva York, la popularidad y el respeto de sus pares, a ambos lados del Atlántico, no bastaron para que los académicos suecos tuvieran en cuenta a Edith Wharton (1862-1937) para otorgarle el Premio Nobel.
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