No leer

No leer no es una arenga contra el placer o contra el hábito, contra la literatura como modo de vida. Porque sí, la literatura es un modo de respirar, sobre todo hacia dentro, pero esa es otra cuestión. No leer es una decisión que Zambra pudo permitirse una vez que “abandonó” la crítica literaria; el poder decir no ante aquellos libros que no nos apetece leer, el crear un propósito en la negación para permitir una afirmación libre y consentida.

No leer es un conjunto de reseñas, artículos y críticas sobre literatura, pero esto sería quedarse solo a la mitad de la verdad: es un glosario de autores leídos y releídos, una especie de lista de deseos que iremos confeccionando, convencidos totalmente de que merece la pena hacerlo.

No conozco la faceta narradora ni poética de Alejandro Zambra, pero tras las lecturas que él mismo ha realizado, se adivina un escritor certero. La sensación que subyace es la de estar ante alguien que lee y escribe de manera profesional, sin perder por el camino el alma del descubrimiento, el pálpito de la lectura luminosa y sombría.

Si leer y escribir son tareas diferentes, no podemos alterar el orden en el que debieran sucederse: un escritor antes ha sido un lector y lo debe ser al mismo tiempo que escribe aquello que aún no ha leído en los otros, como nos dice Zambra, y que le ha suscitado ese sentir imperioso de añadir una palabra propia, recién nacida pero en parte ya saciada.

Hay una revalorización de los escritores chilenos como Roberto Bolaño, Gonzalo Millán, Enrique Lihn, Mauricio Wacquez sin caer en el proselitismo o la adulación impuesta, pero también menciona otros autores como los mexicanos Alejandro Rossi y Josefina Vicens, el uruguayo Mario Levrero y firmas de otras latitudes como Coetzee, Pavese, Lispector, Léautaud, Ginzburg y un maravilloso etcétera.

Es un libro para leer a cachitos, como si cada una de sus crónicas fuera una historia única, deslavazada del conjunto pero contemporánea de la siguiente página. Zambra se sirve de citas, referencias y ejemplos que, desde luego, serán una delicia para esa recién desvelada curiosidad.

Me ha gustado mucho más de lo que imaginaba.

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Notas de lectura. Intensas, eruditas, arbitrarias en algunos casos, interesantes en todos. Zambra lee y escribe. Lee para escribir y escribe para leerse. Es un furibundo lector chileno, es decir, lo geopolítico lo sitúa en el lugar menos latinoamericano de Latinoamérica. Aún así, la marca de Bolaño -más catalán que español, más español que mexicano, más mexicano que chileno- es latinoamericana. Zambra sostiene con un extraño orgullo que hay autores que no lee. La negación como autoafirmación. En particular se refiere a Jorge Edwards, La casa de Dostoievski. No puedo opinar al respecto, no he leído ese libro. Aunque por falta de ocasión, no tanto por decisión. Lo mejor de estos ensayos literarios de Zambra es el tono personal, casi confesional, que contrasta con un ímpetu histriónico de publicación. Es como esas personas tímidas que se obligan a tomar clases de teatro contra estrategia contra la timidez. El conjunto hace una lectura agradable, una guía de lecturas, un espacio de discusión. Un interés literario expansivo.

Tenía muchas ganas de descubrir No leer, una compilación de notas sobre literatura : lecturas y autores. Estuve a punto de sentirme defraudada al principio, encontrándolas poco interesantes, pero vino un vuelco en el contenido que captó toda mi atención y hasta hizo mi deleite, página 50 cuando A. Zambra empieza a hablar de Borges (éso de que Borges necesita a Bioy y Bioy necesita a Borges porque el inventor necesita a su invención, el inventado necesita que su inventor lo siga soñando, me suena acertado).

Hay buenas notas de lectura sobre el argentino Manuel Puig sobre quien Mario Vargas Llosa escribió que su escritura carecía de ideas y de estilo a lo cual Puig comparó a « la » Vargas Llosa con Esther Williams, tan disciplinada y seria y a « la » García Márquez con Liz Taylor, que era bella pero con las patas cortas…así se tratan de bien los literatos entre ellos.

Hay bastantes páginas sobre Roberto Bolaño, que me parece algo sobrevalorado, y malas vibras hacia Jorge Edwards.

Anoto un nombre de las letras mexicanas que no había cruzado : el de la escritora Josefina Vicens con Los años falsos y El libro vacío que habrá que leer porque parece una autora interesante.

Zambra tiene toda la razón cuando alega que no se quiere quitar el placer de no leer algunos libros…Y confiesa no haber leído a Sándor Márai; algún día se dará cuenta de lo que se ha perdido con no leer al genial húngaro, maestro absoluto en la confrontación de dos personajes (cf El último encuentro) y gran joya entre los escritores de la Mittel Europa.
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