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ISBN : 9703510272
90 páginas
Editorial: CONACULTA (MEXICO) (02/01/2013)

Calificación promedio : 5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
La condición casi onírica de la existencia humana, su brevedad dotada de nihilismo y contradicción, física y espiritual, se plasma, a manera de metáfora, en la paradoja espacial de la cinta del matemático August Ferdinand Moebius como una noche ontológica infinita. Y es de esta paradoja que se desprende esta poesía de Reneé Acosta, que conjuga poesía, ciencia y filosofía para representar un espacio arquetípico donde la angustia ontológica se conecta, electrónica, me... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
joseluispoetry
 09 December 2019
MOEBIUS.
El Uroboros es el símbolo de la evolución que renace sin
cesar de su propia destrucción en un movimiento sin fin.
Platón.
El poema de largo aliento titulado Moebius, de Reneé Acosta, publicado en la colección de autores de Tierra Adentro Núm. 312, del CONACULTA, 90 pp., México, D. F., 2006, aparece dividido en siete partes, reafirma dos tesis principales de su poesía: la teoría del Big bang, o teoría del gran estallido, que es el paso del caos al caosmos, término acuñado asertivamente por Reneé Acosta, siendo también una evidente alusión, a manera de parábola o alegoría temática a la circularidad de la famosa Cinta descubierta en 1858 por el matemático y astrónomo August Ferdinand Moebius y que simboliza para muchos el ciclo sin fin de la reencarnación o la teoría del eterno retorno.

Banda de Möbius del ilustrador Adam Pekalski. Es una imagen bellísima: la banda está decorada con fórmulas matemáticas y un perro exhausto persigue a un conejo que corre sobre ella… Fuera de la cinta, un cazador observa el paisaje. Ilustración para la portada de un libro de exámenes de matemáticas para estudiantes de secundaria en Polonia. Fuente: http://ztfnews.wordpress.com/2013/09/14/la-banda-de-mobius-de-adam-pekalski/
En términos alquímicos, la cinta de Moebius, gráficamente, por ser una banda sin fin que en su giro extraordinario en lo que lo de arriba va a dar lo de abajo y viceversa, podría verse como el símbolo del postulado de unidad expresada por en la tabla de Hermes, basado en la idea griega de los cuatro elementos Fuego (Sol), Agua (Luna), Aire (Viento) y Tierra, así como en el Uroboros, símbolo a su vez del opus como proceso circular en sí mismo (sphairos) o esfera. Dicho postulado de unidad ha sido expresado como sigue:
Es real, sin mentira, cierto y verdadero. Lo que está abajo es como lo que está arriba y lo que está arriba es como lo que está abajo, para hacer los milagros de una sola cosa por el pensamiento de uno. Su padre es el Sol, su madre es la Luna, el viento la ha llevado en su vientre, la tierra es su nodriza .
La repetición es el recurso literario por excelencia utilizado por Reneé Acosta en casi toda su obra poética, precisamente para remarcar esa característica primordial de la metempsicosis. Aparece Indra, en la prolongación anecdótica del mosaico árabe, la cúpula de su templo. Imagen visual que reaparecerá en el canon sobre el misterio de la existencia.
No es extraño que en términos matemáticos, el infinito esté representado por la figura siguiente, que no es sino una mera reformulación de la Banda de Moebius.

El infinito puede ser entendido tanto en el aspecto de la matemática, la filosofía y en la astronomía.
La primera parte, o Proemio del poema, contiene varios elementos enriquecedores dispersos que llaman poderosamente la atención. Es, antes que otra cosa, una exaltación de los sentidos: el oído, a través de la música, de la mención a los vulnerables llantos de trompeta, de la música pitagórica y de la misma música que tienen los versos de esta autora chihuahuense; el tacto, con las numéricas manos, el dedo de cristal; el olfato, mediante la aparición del humo, de la peste sobre la peste de la gran ramera babilónica, el olor a almizcle; pero sobre todo, la vista, con unos ojos que son los pilares donde reposa el mundo de todo el poema. Frases tales como: Hay un ojo en la penumbra, lo oblicuo también es lo convexo, ¡Ojos mirando el caracol en canon!, ¡Ojos pilares del cosmos!, La eternidad de los ojos perpetuos y Somos una película creada en la luz del movimiento, el ojo primordial, ¡Que alguien defina si la luz está en o fuera del ojo!, …todo lo intrascendente que son los ojos, …las cosas que ven los ojos en el mundo, Ojo del Ser, las cuales definen claramente que estamos ante una poeta cuyo órgano principal para contener su cosmopoética es el ojo.
Páginas más adelante, en la tercera parte del poema, B2 EL NUDO DIMENSIONAL, el tema de la mirada puesta sobre el universo poético, la importancia del ojo en una misma frase que ahora toma un tinte existencialista, cito:
Somos sonidos que aparentan ser imágenes
moviéndose a lo largo y a lo ancho
de este gran paréntesis del mundo (p. 34).
Para Heidegger, padre y precursor del existencialismo, la vida se concentra en sólo dos cifras y un paréntesis: la fecha de nacimiento y la fecha de fallecimiento de un hombre del ser humano. Fuera del paréntesis (antes) la nada; fuera del paréntesis (después) la NADA, así, con mayúscula, porque la vida dentro del paréntesis, vivida en su máxima expresión de la conciencia de sí mismo, cambia, por supuesto, ese concepto de la nada con minúscula, nada minimizante, cosificadora, anodina, por una NADA con mayor sentido, con mayor profundidad, con mejores expectativas, de ahí que sea en mayúsculas.
En esa tercera parte del poema, Reneé Acosta describe la cotidianidad del hombre, de la mujer, ambos envueltos en todo aquello intrascendente, aunque de esta última describe:
su fotografía sepia (que) es una retención del instante (p. 35).
Y surge una preocupación legítima en el tratamiento del arte del vouyeur:
¡Que alguien defina si la luz está en el ojo o fuera del ojo (p. 36).
El Proemio también posee rasgos de la antigua alquimia, de la numerología, y si existe una cifra específica que lo defina es el 11. Sabemos muy bien que los números que usamos cotidianamente son mucho más de lo que llegamos a creer que son. Son, por qué no admitirlo de una vez por todas, elementos mitológicos. Para los discípulos de Pitágoras, los números eran divinos. Con el 11 como símbolo iterativo en Moebius, amén de otras cifras que aparecen, Reneé Acosta se constituye, así, en una poeta pitagórica. Algunos ejemplos son los siguientes:
El dedo es de cristal /y son las once /las once /las once (p. 13)
El párpado es la yegua blanca /bebiendo agua en el pozo de las once de agua (p. 14)
Alguna vez fueron las once en el mecanismo universal (p. 15)
Y con el 11 surge la vieja confrontación de los contrarios. El símbolo del derecho y del izquierdo, del arriba y el abajo, de lo líquido y lo sólido, del espíritu y el cuerpo. 11, ya sea 1 más 1 o 1 junto al 1, es dualidad en conflicto o complementaria. Eso lo define muy bien Reneé Acosta en una de sus líneas:
Somos fantasmas de una bifurcación ansiosa que nos desdobla (p. 19).
En la segunda parte del poemario, A1 EL INICIO DE LA CINTA DIMENSIONAL, aparece el misterio que representa el
triunfal banquete
de los tres y los cuatros
de todos los seis y los sietes
como era estrictamente necesario.
Si alternamos el tres con el siete, y el cuatro con el seis, nos dará la cifra del 10 + 10= 1+0=1 +1+0=1= 1+1= 2 o bien pudiera representarse como el 1 junto al 1, es decir 11. El diez es el número pitagórico por excelencia. Ambos son la figura de lo binario, símbolo de la dualidad: lo espiritual junto a lo material. Pero volviendo a la cifra de 10, los pitagóricos crearon la fórmula del famoso Tetraktys o pirámide de puntos, misma que pertenece a su escuela filosófica e incluye cuatro números primordiales: 1, 2, 3 y 4. Y cuya representación gráfica sería la siguiente:
.
. .
. . .
. . . .
Esos cuatro números y el diez eran adorados como divinidades por los pitagóricos.
En el tercer apartado del poema, titulado B2 EL NUDO DIMENSIONAL, aparece, de entrada, la cifra del once:
Fue a las once en punto de un momento exacto (p. 33)
En la misma página, encontramos otra alusión al número once, con un interesante añadido que nos remite a la fábula de Zenón de Elea, La carrera de la liebre y la tortuga, para explicar la infinitud del tiempo:
Una mujer fuma a las once muy l e n t a m e n t e
hasta alcanzar la inmóvil tortuga invicta (ibidem)
Páginas más adelante, la poeta insiste en la cifra que de pronto se nos figura una especie de letanía o invocación:
Y sonarán las once entre las copas
cuando se eleven las burbujas (p. 38).
Y, finalmente, remata la tercera parte del poema con la siguiente frase:
Son las once en punto
en exacto
en canon
en ascenso
con la pulsante razón de ser en el instante,
en la plácida desconexión del hemisferio (p. 40).
Llama mucho la atención del lector atento que aparezca el nombre de Indra, quien en la cultura hindú es un guerrero mítico quien hiere a una gigantesca serpiente que habita en una cueva con uno de sus rayos, cortándole la cabeza. La serpiente es el símbolo del caos, de lo amorfo, de lo no manifestado. Fulminar, decapitar a la serpiente significa, según Mircea Eliade, la institución del acto creador. Con la muerte de la serpiente-caos, Indra establece el orden. Por otra parte, y en una concepción no tan alejada de la anterior, la serpiente mordiéndose la cola, es decir, devorándose a sí misma, el Uroboros, representa el eterno retorno.

Uroboros es un vocablo griego que significa Devorador de cola. Según la enciclopedia Britanica, el Uroboros es la serpiente emblemática del antiguo Egipto que pasó a Grecia representada con su cola en la boca, devorándose continuamente. Expresa la unidad de todas las cosas materiales y espirituales que nunca desaparecen, sino que sólo cambian de forma en un ciclo eterno de destrucción y de nueva creación.
En términos psicológicos, según Carl G. Jung, el Uroboros corresponde al sí mismo, a la totalidad psíquica, a la reencarnación, al infinito. Tal vez por ello el proemio de Moebius termina con las palabras siguientes:
-“Prosigue la palabra su conjugación infinita”.
Por la inteligencia infinita de su construcción infinita,
pues nada escapa a la infinitud de su presencia,
pues todo es y está en el infinito (pp. 20-21).
Entonces podemos enunciar que la Cinta de Moebius está siendo vista por Reneé Acosta como la serpiente que se muerde la cola, como el Uroboros, por eso la invocación de Indra dentro del poema y el concepto de una cinta que no tiene principio ni fin y en la que se ha establecido el reino que no acaba, el imperio de lo infinito. La cinta, como la serpiente, representa la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos percibidos como ciclos que comienzan de nuevo en cuanto concluyen los precedentes.
La segunda parte del poemario es A1 EL INICIO DE LA CINTA DIMENSIONAL y, evidentemente, comienza con la misma visión del infinito con la que cerró el Proemio. de hecho, la primera y la última palabra de esta sección es “infinito”, sólo que la primera de las dos está en minúsculas, mientras que la última se encuentra en mayúsculas, lo que, simbólicamente, no es poca cosa, ya que en dicho ámbito es donde todo llega a ser posible. Tampoco es gratuito que un equivalente al vocablo anterior que se reitera una y otra vez sea “interminable”, y además aparezcan palabras cuya familiaridad con “infinito, sea por demás evidente, leamos:
luz de plenitud interminable (p.26)
una sola palabra interminable (ibid)
verbo interminable (ibid)
vuelo interminable (p. 27)
paz interminable (ibid)
blanca paz infinita (p. 28)
encarnación perpetua (p. 29)
También alude a la “Cinta de Moebius” como cinta sin fin de creación (p. 28).
El cuarto segmento de Moebius, se llama CANON SOBRE EL MISTERIO DE LA INEXISTENCIA y está, a su vez, repartido en tres voces a la manera del teatro griego o de las letanías a la virgen de la tradición judeocristiana, en ambas son trágicas, en ambas, agoreras, cuyo corpus iterativo en los tres casos termina con ese juego de los contrarios con las palabras destrucción-construcción.
No es gratuita esta alegoría si acudimos al mito que tiene que ver con la temática de caos y orden. Según Mircea Eliade, los rituales de construcción presuponen la imitación más o menos explícita del acto cosmogónico de la creación. Toda construcción es un principio absoluto porque tiende a reestructurar el instante inicial, la plenitud de un presente que no tiene traza alguna de la historia. Una construcción es una organización nueva del mundo y de la vida.
En dichas letanías, las tres voces son en sí mismas el reflejo de un espejo dentro de un espejo dentro de un espejo, dándole al lector avezado la sensación de comienzo-fin, comienzo-fin, comienzo-fin, como en una imagen que prefigura el infinito. Aparecen también los símbolos que ya nos resultan conocidos a lo largo del poema: el ojo del Ser, la cúpula de Indra.
El quinto segmento, MECANISMO UNIVERSAL, abre con una contradicción que resulta ser el tema toral del poema Moebius:
Orden del caos (p. 43)
En el que se pide que:
¡…que vea el constructor en pie nuestra caída
multiplicada de una vez aquí en el infinito! (p. 44).
Par de líneas es el anterior con las cuales volvemos al tema sobre la construcción, pero, ¿quién es el constructor? Según Lucas, el evangelista, Cristo es la piedra que rechazaron los constructores. Entonces, éstos, al negar al hombre que establece la medida de todas las cosas y, sobre todo, que es la referencia fundamental en la cual se ha dividido en dos la Historia de la Humanidad, están negando a esa misma historia que se repite, una historia trágica en la que se enfrentan:
bárbaros y conquistadores
oriente contra occidente
hombre y dominio
muerte y vida
vida reluciente sobre el cráneo
como una guirnalda fructífera
(que) trasmina la posibilidad el caos (p. 46).
Al final, la abolición de la historia se completa con las tres líneas finales de este segmento, cito:
Somos fantasmas de algún hecho misterioso
ocurrido hace mucho tiempo
y el tiempo tiende a repetirse (Ibidem).
El tiempo tiende a repetirse como se repite el transcurrir de una banda o cinta de Moebius.
A2 EL ORIGEN DEL CAOS, es el sexto segmento de Moebius, y comienza como la segunda parte, con el concepto del infinito. A estas alturas, el canto se ha elevado y marcha a grandes trancos hacia su clímax. Si no fuera porque la disposición tipográfica del libro insiste en cortar las líneas de largo aliento en dos partes, tendríamos la oportunidad de leer en voz alta y comprenderíamos la belleza de los versos heterotónicos en los que se ha alcanzado un dominio del sentido musical, del gran oído que ha adquirido Reneé Acosta. Pongamos algunos versos como ejemplo:
El infinito que iniciara de pronto golpeando la lúcida epidermis,
ingrávido, imantado hacia el fondo de sí mismo en la fuente musical de su cubo,
fortalecido en la simiente que traspasara el momento del origen (p. 49).
Las dos primeras líneas poseen la sílaba tónica en cada una de las cinco vocales que ostenta el castellano; del tercero sólo aparecen acentuadas tres de ellas.
Las alusiones a la teoría del Big bang son más frecuentes en esta parte del poema, cito:
una tangente
conducida por una sola vértebra angular: el sonido.
En el origen todo era sonido (p. 50)
En las cuatro líneas siguientes, la poeta chihuahuense suma una clara alusión bíblica del comienzo del mundo luego del caos existente, a la teoría del gran estallido:
Y en el principio era el Verbo
y en el principio era el principio
capaz de desdoblar en explosión,
no en el átomo sino el pensamiento levantado en el vacío (ibídem)
Y aunque
El problema no sea la pregunta de la existencia,
sino el misterio inescrutable de la existencia (p. 52)
Pero
¿Quién es el que pregunta,
quién es el que se pregunta si el mundo no presenta ninguna interrogante? (ibídem)
Hemos olvidado la respuesta, dice en otra de sus líneas. Pero aunque eso fuera verdad, de que el olvido permea, no por eso deja de existir la interrogante, como así insistirá la voz de la poeta en la última parte de este segmento.
B1 EL RETORNO INFINITO, retoma el rumbo existencial y se encarrila hacia su meta. Surgen entonces vocablos propios de un existencialista: devenir, inexistencia. Pero lo más importante subyace en las líneas siguientes, cito:
Vuelve al principio de la Nada y se repite
¿Y si la Nada es? No nos queda, entonces, más que existencia (p. 56).
Por el existencialismo, el egocentrismo campea, por eso las preguntas fundamentales sobre el Yo son frecuentes. Luego de un remanso, brota la duda mayúscula:
¿Somos, entonces, la contemplación del Ser en el vacío?
¿O somos la cresta de un sonido ya sin eco ni intención de futuro fatídico? (ibídem)
Líneas más adelante, la palabra caos es sustituida por el término favorito del existencialista y novelista francés, Albert Camus:
¿Es el orden o el absurdo? ¿o es el orden del absurdo? (p. 58)
Y finaliza Moebius con esa imagen solipsista aterradora, donde el universo flota, ya sin esperanza de volver a ser poblado, en su reiteración inútil, giratoria, cual cinta de Moebius:
Y así se repita todo el universo entero…
(…)
Construido para dar vueltas y espirales en el ser y en el vacío
-ordenado desde el principio a repetirse (ibídem).
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