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ISBN : 8416320586
160 páginas
Editorial: Baile del Sol (01/01/2016)

Calificación promedio : 4/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Fragmentos de naturaleza intimista, emocional, que van y vienen, partiendo de y regresando siempre al corazón de Ingrid, donde convergen todos los hilos de la trama.

El dolor por la muerte del hijo, tal vez el más inhumano que se puede concebir, por antinatural e injusto, se estira hasta el absurdo en un intento de expresión de ese horror por el que nadie debería pasar; un horror visceral, desmesurado y primitivo.

Ingrid se ve obligada ... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Inquilinas_Netherfield
 22 August 2018
Marcas de Agua es una historia donde la resiliencia está plasmada e integrada en la vida de Ingrid como un exoesqueleto que le proporciona la energía suficiente para poner un pie delante del otro y moverse hacia un futuro diluido y, al mismo tiempo, poder ser capaz de construirse su futuro siendo proactiva cuando las (tremendas) circunstancias caen como una losa para simplemente enterrarle.

Esther Zorrozua nos obliga en su libro a reflejarnos en el espejo de la actualidad, esa que por desgracia vemos todos los días y que, con un click, pasamos superficialmente cuando el dedo recorre cualquier pantalla digital. La vemos, la leemos y no queremos saber nada más; ya está, solo son palabras e imágenes que nos detienen un momento pero que, si nos causan sensaciones extrañas, las eliminamos o pasamos a otras cosas en principio más interesantes.

En Marcas de agua tienes dos posibilidades: discurrir superficialmente por el dolor o sumergirte en lo más profundo de él. Cuando empiezas no hay demasiado margen; comienzas a sentirlo quieras o no, y te ahogas en cada página.

Desde el momento en que te identificas con Ingrid sientes su sueño o vigilia. Ese dolor primigenio, duro y absurdo que supone la pérdida de un hijo, un niño, donde la fatuidad de los motivos, lejos de hacerte comprender, te envuelve en una nebulosa de locura, y solo el agua que la envuelve y la sumerge hace que sus voces interiores se acallen y de alguna manera se calmen. Todo es intimismo e introspección, es derrame y supuración; en definitiva, es querer desembalsar y reconducir un sentimiento de impotencia e incomprensión que la ahoga a la vez que la sumerge en una situación visceral.

Desde el primer momento sabemos, porque así nos lo dice Ingrid, que su hijo Ariel ya no está con ella. No os voy a decir ni el cómo ni el porqué de esa muerte; hay que descubrirlo a través de la narración para así comprender, implicarse y de alguna manera empatizar con la protagonista y su historia.

Conocemos su situación, es decir, que su mente no diferencia las percepciones reales de las soñadas: todas forman parte de ella y a todas les da la misma importancia. ¿Qué diferencia le supone soñar con la pérdida de su hijo, si luego despierta y ve que ya no está? ¿Que lo irreal y lo real son lo mismo? La linea divisoria entre estos dos estados ya no existe, pues todo forma parte de su día a día, de su yo. Ella sola debe encontrar la manera de aceptar la no superación de su pérdida; debe aprender a encastrarla en su realidad, encajarla para capacitarla en su caminar hacia el mañana.

El lector es aquí es un espectador de primera fila; está ahí, conoce todos los datos pero, al mismo tiempo que la acompaña en su duelo, sin juicios ni consejos, solo esta ahí para lo que la protagonista quiera decir o contar.

En Marcas de agua vivimos con Ingrid el terrible proceso de la aceptación y la no resistencia a su cruda y dura realidad. Pasamos por todos sus estados mentales, al tiempo que participamos de esa catarsis liberadora que algunos seres humanos son capaces de engendrar en las más terribles situaciones. Con ella participamos del poder de elección que todo ser humano tiene, que le acompaña al nacer y elegimos vivir con las heridas que la vida va originando (las cicatrices o marcas de agua, tal y como le gusta definirlas a Ingrid), pero sin ceder a ese conato primigenio de humanidad, la supervivencia, marca inherente que compone cada una de nuestras células.

Con un lenguaje ágil, sencillo y transparente, Esther Zorrozua nos expone en este relato las diversas clases de pérdidas afrontando distintos duelos; cómo los unos aminoran a los otros, siendo todos ellos diferentes en su aceptación y superación, pero dejando siempre unas marcas imperecederas e indelebles que se suman y pasan a formar parte de la vida y de la existencia de cada uno, modelando y monitorizando los pasos que se dan, o que se van a dar, sin despojarse con ello de la ilusión y de la alegría al ver nacer los nuevos días.

El agua cristalina es el hilo conductor que inunda toda la trama, que nos trae y nos lleva por realidades oscuras y duras y por cauces secos y pedregosos imposibles de transitar;. Aun así, igual que sucede en otras cosas, al final el agua y la vida son lo mismo, haciendo que todo fluya y que todo pase, muera o viva.

Una novela verdaderamente recomendable, cristalina y limpia como el agua.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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