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Crítica de Beatriz_Villarino


Beatriz_Villarino
22 October 2018
Obra que se estrenó en los años 50, pero por Buero no pasa el tiempo. Es cierto que Madrugada no es una de las obras más emblemáticas del autor, por lo que apenas hay estudios sobre ella y sin embargo a los alumnos les gusta (como todas las escritas por este grande del teatro); entienden la obra y son capaces de empatizar con Amalia, la protagonista. La estructura está planteada como policial; al leerla parece que nos encontremos sumidos en una novela negra y Amalia nos lleva por donde quiere hasta dar con la solución, con el porqué de ese tormento que han vivido su marido y ella durante los últimos seis meses de vida de él.

Pero Antonio Buero Vallejo escribía teatro, y esta obra participa, como todas las suyas, de las características que lo distinguen, pues la ética del ser humano está por encima de todo lo demás.

Mauricio es un pintor que ha conseguido renombre mundial, casado con Amalia disfrutan, por lo tanto, de una posición bastante más que acomodada, pero Amalia entró en su casa como modelo y después se quedó como amante, algo que la familia no le perdona y es considerada una cualquiera —normal en la época que fue escrita—. Pero Amalia y Mauricio se casan en secreto; algo ocurre en una reunión que tienen con un hermano de Mauricio, seis meses antes, que su relación cambia. Amalia no entiende lo sucedido; ella quiere a Mauricio y su amor es correspondido aunque él ya no sea el mismo. En su lecho de muerte, Mauricio le asegura que sabe que lo quiere, él también, pero no se lo han dicho, no lo han hablado lo suficiente «quizá desde el otro lado de la muerte te recobraré […] ¡Si no me has perdido! Y él me ha contestado: “No. No te he perdido. Pero quizá te recobre… desde el otro lado”». Y con esta incógnita muere, Amalia se queda sin saber por qué esta actitud, por qué deja sin dinero en su testamento a su hermano Lorenzo y a su sobrino Leandro y se lo da casi todo a ella, no sabe qué le han podido decir ellos a su marido y no sabe si le da el dinero porque la quiere o por “pagarle” los servicios prestados. Así pues, Amalia, mujer fuerte, decide reunir a la familia y no comentarles nada del testamento, haciendo creer que Mauricio sigue vivo y que ella, en el lecho de muerte, podrá decidir si realiza un testamento en el que, al reanimar al moribundo, consiga que firme el documento en el que todo se lo deja a ella. Sólo deberán decir qué le dijeron a Mauricio en aquella reunión y obtendrán las riquezas.

Esta situación, en la que los familiares están a punto de descubrir el engaño en más de una ocasión,

LEANDRO.- (Se levanta) —Despiértalo, Amalia
AMALIA.- Bien… lo haré
(Va hacia el gabinete despacio)
LEONOR.- (Se levanta) —¡No tiene derecho a hacerlo!

atrapa al espectador pues consigue acrecentar en él la tensión que se va acumulando con el paso del tiempo, las campanadas del reloj nos van avisando de la llegada inexorable de la madrugada en la que la enfermera, que ha estado cuidando a Mauricio, se irá a su trabajo y vendrán los encargados del funeral. Amalia consigue descubrir la verdad al final y es entonces cuando comprende por qué su marido ha hecho ese reparto y comprende que la quería de verdad.

La técnica de utilizar sólo un espacio también es propia de Buero, en este caso la habitación juega un papel importante en la sensación de angustia de Amalia. Los personajes quieren traspasar la puerta de la habitación de Mauricio, pero no pueden (aunque lo hagan en alguna ocasión); la enfermera no debe salir de dicha habitación, aunque sea al final, al irse a trabajar, cuando lo haga y confiese que Mauricio llevaba muerto dos horas y media (antes de que todos llegaran). Este contratiempo, esta lucha por la no invasión del espacio que Mónica ha preparado para cada uno, la engrandece, pues incluso sus respuestas dudosas consiguen una gran espectacularidad propia de la intriga.

Es cierto que el matrimonio lo podría haber hablado todo antes de la muerte de Mauricio, pero creo que la intención de Buero no era la de crear un simple melodrama

LORENZO.- La felicito Amalia. Ha sabido engañarnos a todos. Pero, ¿qué se proponía?
AMALIA.- (Sonríe) ¿Que qué me proponía? (Avanza hacia el centro de la escena) Quise saber el significado de los seis meses horribles de silencio que nos hicisteis pasar a los dos. Quise saber si me despreciaba y me pagaba, como a una mujerzuela, o si me probaba su fe y su cariño… al casarse conmigo. (Sabina vuelve)
LORENZO.- (Ruge) ¿Qué?
DÁMASO.- ¿Casado?
LEONOR.- ¡Entonces, estamos desheredados!...

Si tenemos en cuenta la fecha en la que fue escrita recordaremos que la mujer se debía a su marido, el hombre era el que decidía qué y cuándo diría o haría tal cosa; así pues mientras él vivió, Amalia no se plantea ningún descubrimiento. Lo que la sobrepasa es encontrarse de pronto casada, con mucho dinero, sola y sin saber exactamente por qué.

Además creo que lo importante es desbrozar la personalidad de cada uno de los familiares que, fracasados, intentan en vida, y muerte, sacar del que tiene éxito todo lo que pueden, como si estuvieran en su derecho. Y en este sentido, el autor consigue una radiografía perfecta de la época y la sociedad burguesa española, la envidia es lo que reina. Problema social que mantenemos en la actualidad, así como el hecho de conseguir dinero por el medio que sea… todo vale. Este trasfondo es lo que consigue de Madrugada su actualidad, el estar basada en temas universales, pero, sobre todo, en su estructura policial, que vuelve al teatro del siglo XXI con más fuerza, si cabe, que la que tuvo en el XX.

Pero aun encontramos otra característica constante de Antonio Buero Vallejo, la búsqueda de la verdad a costa de cualquier precio, y en este caso es Amalia la encargada de encontrarla sin ninguna otra valoración; cuando por fin la ha hallado, su labor ha terminado, «No. Yo no debo juzgar», pues con la verdad se ha encontrado a sí misma y su vida ha recobrado un sentido.

Hay otros subtemas que, aun siendo importantes en Madrugada, no son fundamentales, aunque sí estables en la obra de Buero, como la defensa absoluta de la fidelidad en la pareja, el amor como impulsor de un compromiso que va más allá de cualquier documento, pues se adentra en la moralidad del ser humano, amor purificador pues, si se consigue, conlleva un enfrentamiento plácido ante la vida, amor como causa de un mundo mejor, como medio para superar cualquier rastro de envidia o egoísmo.

Los personajes no están delimitados desde el principio, no hay buenos o malos, todos tienen sus razones para actuar como lo hacen y según precisamente los actos, los diálogos, los gestos adoptadores «(Leonor hace sonar sus pulseras y se sienta por toda contestación)» o los emotivos, aquellos que desvelan al público la crisis interna que los convierte en seres desgraciados. En general Dámaso, Leonor, Leandro o Lorenzo rechazan soluciones intermedias, tienen una meta y bajo ningún concepto quieren desviarse de ella, están dispuestos a lo que sea.

LEANDRO.- (Asqueado lo suelta) ¡Me propuso sacarte dinero si te lograba! y por negarme…, nos calumnió a los dos, ante Mauricio, aquella tarde!

Aunque también es cierto que en este comportamiento regular es donde observamos su cobardía «¡Que me voy! ¡Vámonos Leonor! ¡Mónica, ven!».

Por eso, Amalia es el personaje más relevante, frente a la pasividad de los demás es la que lucha, la que se impone y vence. Frente a aquellos amargados a quienes el mundo les viene grande reluce con más fuerza la decisión de aquellos que, a pesar de saberse solos, necesitan conocer la verdad; la protagonista incluso les hace ver a los demás la miseria en la que han vivido «¿Verdad que le gusta el collar? Será suyo. Tendrá joyas buenas y caras con las que poder sustituir esas pobres pulseras de latón».

Mauricio no aparece, es el muerto, y sin embargo está presente en toda la obra, como anticipó antes de morir «desde el otro lado» conseguirá que afluya la verdad, es el espejo en el que todos se reflejan tal como son.

Por último las acotaciones son funcionales, aunque decisivas para realizar la kinésica y proxémica de los personajes, consiguiendo su finalidad: descifrar con eficacia el significado real y metafórico del texto:

(Sus pulseras emiten un despectivo comentario)
(Mónica hace tímido gesto de negación que ella finge no ver)
(Se acerca al comedor, junto a cuya puerta permanece)
(Alguien apagó la luz central. El reloj marca exactamente las cinco y cuarto…)
(Amalia mira con sorpresa a Paula. Leandro reprime un gesto de contrariedad)
(Furioso va hacia ella)

Madrugada supone una catarsis en el público, pues se ve reflejado y obligado a meditar sobre su propia purificación ante situaciones en las que el egoísmo, la avaricia o la envidia lo invadan. Necesitamos tanto el miedo a ser descubiertos como la misericordia para nuestros defectos más ocultos.

No creo en el posibilismo de Buero Vallejo, aquél del que se le acusó que empleaba para poder estrenar en una época en la que reinaba la censura. Puede que escribiera sus obras teniendo eso en cuenta, pero al tratar temas universales podemos trasladarlas a cualquier época y lugar, sólo hemos de contextualizarlas en cada momento. Esa es la grandeza del teatro de Buero y eso es lo que encuentro como predominante.

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