Le advertía suavemente que era triste castigarse por las faltas de los otros.
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Le advertía suavemente que era triste castigarse por las faltas de los otros.
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¿Acaso se examina lo que se desea? Bastante os cree mi corazón.
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- Señor, hace veintisiete mil novecientos años y siete meses que estoy sobre el mundo; nunca he visto nada comparable a lo que me hacéis saber.
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- ¡Señora! - le dijo Irla -, así son los jóvenes de uno a otro extremo del mundo: aunque estuviesen enamorados de una belleza descendída del cielo, le serían, en ciertos momentos, infieles por una sirvienta de taberna.
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La primera de sus leyes fue la tolerancia de todas las religiones y la compasión por todos los errores. Su poderoso genio comprendió que si los cultos son diferentes, la moral es en todos lados la misma.
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No caminaba ya con mucha facilidad: era una dama de alrededor de trescientos años; pero tenía aún bellos rasgos y bien se veía que a los doscientos treinta o doscientos cuarenta años había sido encantadora.
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La edad de la inocencia