La náusea

De vez en cuando me obligo a darle un empujoncito a estas lecturas algo más clásicas, que si bien son interesantes, me cuesta algo más ponerme con ellas porque parecen requerir algo más de esfuerzo.

Según dicen por ahí, “La náusea” es casi por definición “el libro existencialista por excelencia”. A modo de diario, el treintañero Antoine Roquentin narra su vida en una ciudad de provincias francesa, la imaginaria Bouville. Su calidad de rentista le permite llevar una vida holgada, que dedica a escribir un libro sobre la figura de un aristócrata del siglo XVIII y a pasear y pensar sobre la vida. de pronto un día la realidad le golpea como un mazo al darse cuenta del hecho en sí de la existencia, la realidad de las cosas que son y están aunque no nos demos cuenta de ello, lo cual provoca en él un rechazo casi físico, fenómeno al que define como náusea. Desde ese momento su vida deja de tener sentido para él, no ve cuál es el fin de todo lo que hace el ser humano, su propia existencia es una entelequia.

Su cuestionamiento constante de la realidad le llevará a abandonar su trabajo y vagar sin rumbo por las calles de Bouville, naciendo en él un miedo al otro que se ve agravado por su creciente soledad. Su escepticismo y descreimiento harán mella en la única relación que tiene algo más profunda, la que mantiene con el Autodidacta, un humanista que dedica su vida al estudio de las obras que hay en la biblioteca avanzando en estricto orden alfabético. Su última oportunidad de salvarse la deposita sobre Anny, su antigua amante, pero ella nunca ha estado en disposición de ser su ángel de la guarda, por lo que quedará abandonado a sí mismo. Por suerte las Artes, en este caso la música, parecen devolverle cierta esperanza, puesto que gracias a ella se imagina en un futuro sintiendo orgullo de su vida pasada cuando eche la vista atrás.

Curiosamente la climatología de la obra va acorde a lo que siente su protagonista, empezando por días despejados, neblinosos en sus peores momentos o dejando atrás la lluvia cuando se marcha de la ciudad. La pregunta que me surge tras la lectura es si su existencialismo es fruto de tener la vida resuelta, si ese modo de pensar solo puede nacer cuando da igual lo que hagas o dejes de hacer porque tienes la vida resuelta. Un libro interesante.

La náusea es la novela existencialista por excelencia. Narra las desventuras de un joven que percibe el mundo como algo absurdo. Esta obra maestra de "Sartre", describe el descenso hacia una oscuridad que se vuelve inevitable y la apatía que siente el protagonista hacia la realidad que le toca vivir.

Antoine Roquentin, hombre de treinta años que disfruta de una modesta renta, se halla instalado en la ciudad portuaria de Bouville dedicado a escribir un libro sobre un turbio aristócrata del siglo XVIII. Sin embargo, un día se ve asaltado por una sensación desconocida, la Náusea, cuya revelación como el sentimiento radical de la contingencia y la soledad del ser humano cambiará por completo su vida de sentido.

Un gran libro, donde desde el principio entiendes lo que le pasa al protagonista, a Antoine, que aunque está escribiendo sobre un personaje histórico del siglo XVIII, y así lleva a cabo su día a día, pero aunque tiene su vida rutinaria, demasiado para mi gusto, encuentra algunos personajes que son muy peculiares, como son el bibliotecario, ( autodidacto ) donde intercambian impresiones, aparece su ex novia/ amante, los empleados del restaurante / cafetería, etc...vaya los parroquianos de turno, aún así no es suficiente, sigue sintiendo esa oscuridad que se cierne sobre él, que le produce apatía, que se cuestiona el sentido de la vida, y que al final toma una decisión que es muy acertada.

Una buena lectura, a veces es algo complicada porque te metes de lleno en el sentimiento que tiene el protagonista y llegas a pensar ¿Llegaré yo algún día a sentir LA NÁUSEA ? Espero que NO.

La Náusea representa el existencialismo puro desde una aplicación absurdista (razón de la relación abstrusa del autor con Camus) en un intento de expresar narrativamente la súbita sensación de desrealización propia de la introducción a esta doctrina. Con tintes neuróticos, Ronquentin, protagonista intrapersonal y esquizoide, trata de comprender y sobrellevar una constante terrible sensación de hostilidad hacia la con(s)ciencia de estar de más en un mundo de objetos inanimados y orgánicos que se ignoran mutuamente, y que también sobran, pero no podrían encajar de otra manera. Cuando habla sobre el sentido de la presencia, alude a la Segunda Ley de la Termodinámica: existe porque es caótico, aunque precisamente por ello es considerado imperfecto dentro de su necesidad. En su única relación romántica hace referencia a la delgada línea entre el amor duro y el unilateral. El sentimiento de dependencia hacia el sentimiento de pertenencia, más que a la persona en la cual recae ese afecto neblino y a la cual poco le afecta. Se proclama ajeno al humanismo por juzgarlo como un comienzo de misantropía (hay que odiarlo para poder amarlo); crea situaciones catastrofistas a partir de nimiedades; le sobrepasa la rutina porque le recuerda a la imprevisibilidad. El lector medio puede que confunda el carácter observador propio de mentes introspectivas con un excesivo uso de descripciones fútiles, por lo que tal vez debería comenzar a estudiar las puertas que abre Huxley antes de acomodarse en la estancia que ofrece Sartre, de lo contrario se tomará como una sala de espera interminable sin percatarse de que es él quien le adjudica el adjetivo al no haber concertado cita.

Esta obra va más allá del simple relato de un diario de cierto personaje, pues lo importante es la profundidad existencialista en la que se inunda la obra, que en ciertos momentos te sobrecoge.
La Nausea sería esa sensación desconocida que produce un sentimiento de pura contingencia y soledad que hace replantearte o cuestionarte tú existencia en este mismo instante. Sartre es uno de los principales representantes del existencialismo.
Ciertamente, la obra tiene momentos de escasez y puede llegar a aburrirte, pero cabe decir que merece totalmente la pena seguir leyendo para descubrir ese sentimiento que Sartre describe, el cual quizá has sentido y no has sabido nunca nombrar con tus propias palabras.
Personalmente, esta obra marcó un antes y un después en mi vida: supo poner nombre a un sentimiento que durante mucho tiempo me hizo sufrir al no conseguir entenderlo ni expresarlo mediante mi propio lenguaje, pero llegó Sartre y me salvó.

Reconozco que el libro es un símbolo de la literatura existencialista y que, como tal, no tiene parangón, pero, cómo me costó leerlo. Cuatro meses con él porque la lectura se me hizo soporífera, por momentos insoportable. Quizá no fue el momento para leerlo. Admito su calidad, la genialidad de muchas de sus reflexiones, pero no puedo puntuarlo alto cuando se me caía de las manos constantemente. Lo compré animada por el impacto que había tenido en mí otro hito del existencialismo, El extranjero, pero nada que ver. Me quedo, sin ninguna duda, con la novelita corta de Camus.