Irina

No es la primera novela que leo de Empar Fernández y para mí siempre es una apuesta segura, en esta ocasión se aleja un poco del patrón al que me tiene acostumbrada sin embargo sigue manejando el sentimiento de culpa como nadie, te sigue metiendo dentro la trama como pocos autores son capaces y esa anciana de ojos azules de nombre Irina y apellido imposible, para mí, te roba el corazón a pesar de ser una persona arisca e introvertida.

Detrás de Irina se esconde una niña española, una de los cientos de niños que abandonaron España cuando estalló la Guerra Civil, en pos de una vida mejor, lejos de sus familias pero custodiados por el régimen en el que creían sus padres, lejos de las bombas, del avance de los nacionales, del hambre y las privaciones. Con esos anhelos la familia de Asunción primero la envió a unas fincas en España y después consintió en embarcar a la niña, poco podían saber que jamás iban a reencontrarse, puede que su madre si lo intuyera.

La vida de Irina no fue un camino de rosas y conformó una personalidad dura, tosca, una mujer valiente, inteligente, introvertida, una mujer que siempre tuvo clavado en su corazón el porque su familia la había olvidado, porque no recibía noticias de ellos, porque no la habían querido.

Huyeron de España en busca de una vida mejor que realmente no encontraron, al menos no siempre, huyeron de una guerra para caer en otra más despiadada aún y que en realidad les era ajena, se vieron de nuevo huyendo de casa en casa, de albergue en albergue sin otra ansía que la de sobrevivir.

Irina cuenta su historia en un diario y se la confía a su vecina cuando ya anciana ingresa en el hospital, no quiere que su historia caiga en el olvido, necesita que alguien la recuerde.

Oxana comparte rellano con Irina, es una joven madre, trabajadora que no siempre encuentra con quien dejar al pequeño, sobre todo si está enfermo, la anciana ejerce entonces de canguro, se llevan bien, y es quien la encuentra en el rellano con insuficiencia respiratoria, llama a una ambulancia y al buscar sus papeles para los médicos descubre que su vecina realmente se llama Asunción.

Sin embargo nos encontramos con una segunda trama protagonizada por Santiago, un hombre anodino, insulso, sin ningún aliciente en la vida, uno de esos hombres grises que no atraen ni por su físico ni por su forma de ser, en un principio me pregunté que pintaba en esa novela, no le veía ningún sentido, hasta que aparece en escena Oxana e intuímos que detrás se encuentra la mano de Irina.

La dureza del pasado en la que en Empar es capaz de meternos dentro de la piel de una niña que se siente abandonada y en cierto modo traicionada, una niña que cuando descubre la magnitud de lo sucedido experimenta una culpa que le cuesta asimilar, nos lleva de la mano a la dureza del presente, en la que Santiago es una persona sin expectativas en la vida y Oxana una inmigrante rusa que ve peligrar lo que más quiere. Gracias a la compleja personalidad de Santiago vivimos momentos verdaderamente asfixiantes, si no hubiéramos conocido de antemano a Oxana hubiéramos colegido que formaba parte de la mafia rusa.

Una novela muy interesante en que pasado y presente se dan la mano, una historia en la que el amor, el desamor, la traición, la lealtad y la falta de ella, la guerra y sus consecuencias tienen un papel muy importante. Una historia que te atrapará en sus redes, la historia de Irina se hará corta, muy corta, el lector se queda con ganas de más de mucho más y el drama de Irina que termina arrastrando a Santiago te lleva de la mano hasta un final, que si bien parece forzado puede perfectamente no serlo, lo veo verosímil, no se caracteriza Empar Fernandez por finales felices, este solo se esboza, pero se intuye.

Una novela recomendada, una autora que para mí siempre es una apuesta más que segura

Creo que mi error fue empezar la novela con las expectativas tan altas. Me esperaba una trama dura y llena de emociones donde se nos narrara la vida de Irina (Asunción), hija de padres republicanos durante la Guerra Civil que es enviada y acogida por la URSS como tantos otros niños españoles en su misma situación.
Lo que me he encontrado es que historia de Irina pasa a un segundo plano y quién cobra mayor protagonismo es Santiago, un personaje con el que no he logrado conectar.
Aunque sí me ha parecido interesante la vida de Irina, apenas se profundiza, dando como resultado una novela plana que termina haciéndose pesada.
Lo que ocurre con Oxana al final de la trama me ha parecido demasiado forzado y fuera de lugar.
Me ha desilusionado esta lectura y he terminado con mucha pena por una novela que podía haber sido tan diferente.

Una historia que se hace corta por la urgencia de saber de la vida de una niña evacuada llamada Asunción. Con ocho años Asunción fue una de los llamados “Niños de Rusia” al formar parte de los casi tres mil niños españoles que durante la Guerra Civil fueron enviados a la Unión Soviética para alejarlos del horror de la guerra y garantizarles protección, comida y afecto. Aunque esta evacuación masiva no tuvo los efectos esperados. Los rusos recibieron con mucho cariño a los niños venidos de otro país pero muy pronto les sorprendió otra guerra ahora en un país lejano y separados de sus familiares. Muchos años después y tras sobrevivir a dos guerras con sus correspondientes penurias, Asunción -que le cambian el nombre por Irina vuelve a su Barcelona natal y junto con la joven rusa Oxana, consiguen que Santiago Casariego, un hombre deprimido y asocial, se vea obligado a cambiar su estilo de vida. Un desenlace totalmente inesperado en esta ficción histórica donde el los asesinatos y la huida del presente recuerdan dolorosamente el pasado.
Una excelente lectura para homenajear las vivencias de estos niños de los que se ha hablado bien poco.
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