Gould: Una novela en dos novelas

“Gould. Una novela en dos novelas”, de Stephen Dixon se publicó originariamente en 1997 y, recientemente, en el año 2022 la editorial Cadencia al español gracias a la traducción de Ariel Dilon. Una traducción que, imagino, no tuvo que resultar nada sencilla.

Y es que el estilo y la prosa de Dixton puede resultar compleja: largos párrafos con continuas digresiones y monólogos interiores, divagaciones continuas, una continua ruptura con la linealidad temporal… es, en definitiva, una novela (o dos) muy exigente para el lector, pues demanda de él atención y una participación activa para no perderse en los continuos recovecos discursivos del autor.

Ya desde la estructura de la novela, observamos lo anodino: dos largos capítulos (o novelas independientes) de más de un centenar de páginas cada uno de ellos construidos en larguísimos párrafos en los que siquiera se señalizan los diálogos. Ambos capítulos llevan por títulos “Abortos” y “Evangeline”.

En “Abortos” se nos presenta una suerte de cartografía sentimental del protagonista rememorando todos los abortos de las mujeres con las que ha tenido relación a lo largo de su vida. “el primero fue cuando tenía diecisiete años y estaba en primer año de la universidad, y el era un par de años mayor”, comienza el texto. Este primer capítulo nos permite conocer extensa y profundamente al protagonista, especialmente en su relación con las propias mujeres y con la paternidad.

En “Evangeline”, complementaria de la anterior y, quizá por ello, sería mejor hablar de una única novela a pesar del subtítulo, se nos presenta a la mujer de mismo nombre que el que da título al capítulo y su relación con Gould. En esta relación el protagonista parece hallar una cierta estabilidad que hasta el momento no se podía sospechar. Así, la novela parece una vuelta de tuerca del tópico literario del descenso a los infiernos: aquí parece, más bien, un ascenso de los infiernos, aunque no exactamente a un paraíso. Otro tema de esta segunda parte es la paternidad feliz entre el protagonista y el hijo de Evangeline. Volvemos a encontrar en esta segunda parte una profusión en la indagación de los aspectos más íntimos en la relación sentimental entre los personajes con una gran profundidad.

Para concluir, si bien es un libro tremendamente interesante, demanda una lectura atenta debido a su prosa torrencial, por lo que, quien se anime a su lectura, quede precavido. Si acepta esto, no creo que le defraude.

Dos novelas: una biografía centrada en episodios relacionados con los embarazos de una serie de mujeres con las que el protagonista ha mantenido relaciones más o menos cortas y otra basada en una relación en la que hay un niño sobre el que se ejerce la deseada paternidad.
Y un personaje egocéntrico, patético, egoísta, interesado y manipulador. Su deseo de ser padre a cualquier precio le lleva a conductas que instrumentalizan a sus parejas y que, en diversos momentos, me han resultado bastante molestas. Hay un componente crítico en las respuestas de ellas (de hecho, le abandonan siempre), no se mantienen pasivas ni impasibles, lo cual ya podría constituir un motivo para excusar al escritor, pero no alcanzo a comprender su sentido y propósito: ¿era la parodia, la sátira, la admiración, el anhelo…? Ya comenté en una ocasión que me cuestan los relatos desde los que no logro conectar con mis principios e ideales. No necesito que todo se alinee con mi forma de pensar (de hecho, es necesario el contraste para alimentar el espíritu crítico) pero si los personajes se alejan en exceso se me disparan todas las alarmas.
Además, encontramos un estilo nada sencillo: un torbellino de pensamientos, diálogos y episodios vitales relatados en párrafos que llegan a durar hasta cuarenta páginas, lo que logra que en determinados momentos la lectura sea francamente agotadora. Este flujo ininterrumpido y caótico por momentos (frases muy largas en las que se incluyen tanto diálogos como pensamientos) ha logrado sacarme de quicio a menudo durante la lectura pero lo he afrontado (no sé si absurdamente) como un desafío personal en tanto que lectora.
En este libro puedes hallar un retrato masculino patético y un verdadero torrente verbal; si es lo tuyo, estarás en tu salsa.
“Mi satisfacción, una vez que estaba en marcha, era lo primordial”. Con esta cita se resume todo un libro.

Como bien dice el titulo, en este libro se esconden dos novelas (aunque ambas comparten el mismo protagonista).

A priori, la sinopsis del libro me llamó la atención. Pero, acabada la lectura, no fue lo que encontré. O no de la forma en la que hubiera esperado encontrarlo.

El protagonista, el cuál no puedo decir que me haya caído bien en ningún momento, es egoísta y manipulador.
Aún así, a lo largo de la lectura parece que puedes ver un atisbo evolución, incluso debilidad a momentos. Muy minimamente, eso si.

Tengo que admitir que la prosa del autor no es nada fácil. Sorprende que no hay un sólo capítulo en toda la lectura, a parte de párrafos que duran y duran, hasta el punto que no sabes donde puedes parar.

Y, aunque desde el inicio ya vi que no era libro para mi, tenía curiosidad por saber como seguia la historia y como acabaría. Pero bueno... el final tampoco me gustó.

Eso si, algo bueno es que Dixon logra meterte en la cabeza del protagonista, contándote sus pensamientos a base de diálogos interiores, pensamientos y conversaciones narradas. Aunque si... se hacen largas.

En conclusión, esta no es una lectura para todos, ni lo ha sido para mi.
No por los temas que trata, sino por la forma en la que está escrita, por su estructura y por el lenguaje que utiliza.
Me he quedado con la sensación de que el libro poco tiene que ver con la sinopsis, esperaba otra cosa.

Eso si, no se puede negar que Dixon hizo un gran trabajo si realmente lo que pretendía era que nos encontráramos con lo que hoy en día se conoce como una "red flag" de campeonato.