El viaje de Catula Prim

Ay ay ay... aún estoy temblando de pura emoción, hipnotizada y hechizada por todas las palabras que he leído con ansia lectora, sin medida y control, en El viaje de Catula Prim.

Ha sido abrir el libro y comenzar con la primera página para que la historia de Catula Prim y Guzmán de Castro me absorbiera sin remedio, pues al tiempo que lo succionaba e ingería todo, se apoderaba de mí esa ansia poderosa, capaz de aislarme, de abstraerme y apartarme de los sentidos y de mi realidad más inmediata para concentrarme solamente en las vidas y en las obras de nuestros protagonistas.

Con El viaje de Catula Prim emprendemos una aventura que nos dirige a los lugares más salvajes y primigenios de la naturaleza asturiana, a costumbres cuyos orígenes se pierden en los tiempos y cuyas ancestrales palabras en bable te transportan a unos tiempos lejanos, tal vez un poco olvidados pero que, de alguna manera, siguen formando parte de la cadena de ADN de las gentes que compartieron y comparten esos espacios y esa misma naturaleza.

Catula Prim, bella e inteligente estudiante de biología, acepta una oferta de trabajo temporal en el faro de las islas Escobadas, pertenecientes al Principado de Asturias. Tres islotes apartados y alejados, primigenios y salvajes, cuya única construcción es un vetusto y rudimentario faro que carece de toda tecnología y comodidad. A pesar de de su desconcierto inicial, no es de esas que se amilanan. Posee todas las cualidades necesarias para superar los obstáculos que ve e intuye que vendrán, pues los medios para desarrollar su trabajo son muy anticuados y arcaicos, y al faro todavía no ha llegado la electricidad ni la comunicación por satélite, por no hablar del wifi.

Por otro lado tenemos al tosco y huraño farero, Guzmán de Castro, un hombre enigmático lleno de profundidades y preguntas sin respuestas, que desde el principio le deja claro que no es bien recibida en su faro y que, por su comportamiento y proceder, parece salido de los mismos tiempos de su construcción. Pero no, lejos está de ser un vetusto viejo, tal y como lo describe Beatriz Alonso:

"Era un hombre joven. No rebasaría la treintena, pero su modo de actuar, y sobre todo de hablar, le habían transmitido la impresión de que era mucho mayor".

Así pues, los inicios se perfilan un tanto difíciles para la cohabitación entre nuestros protagonistas, donde además del aislamiento, la tensión y los rudimentarios medios, su antagonismo les hace chocar y separarse irremediablemente. Esta coexistencia un tanto peliaguda les hace retraerse y extraer sus propias conjeturas (casi siempre erróneas), al tiempo que se despierta una atracción y una especie de curiosidad por querer saber del otro.

Con todo y con eso, Catula ha llegado a las Escobadas para desempeñar su trabajo, y este no es otro que estar pendiente de la hoguera que ilumina el faro por la noche. Este fuego tiene una peculiaridad, un plazo de encendido y apagado, y esta es la difícil función que debe realizar la protagonista: conservar la llama en su duración y en su tiempo concretos.

Dejando esto aparte, todo lo demás es tiempo libre para observar e investigar la peculiar fauna y flora que moran en la isla, descubriendo que no es simplemente una roca pelada e inerte, sino todo lo contrario: se trata de un ecosistema, un microcosmos formado y conectado por una pluralidad de seres vivientes que viven en plena armonía y sintonia. Un paraíso apartado del cual participan ahora, Guzmán de Castro y Catula Prim... y es que al tiempo que inspecciona y echa un vistazo a la isla, Catula hace lo propio con su singular farero.

El faro, además de un paraíso natural y terrenal, también es una puerta que se abre a un mundo de posibilidades, donde todos los elementos se integran y se equilibran para formar parte de un bello y mágico caleidoscopio singular y atemporal. Por ello, y adicionalmente a la vida salvaje y natural a lo Thoreau, en este viaje literario se disfruta de otras aventuras más etéreas, sutiles y sublimes que te transportan a otros tiempos y otras dimensiones. Solamente hay que encontrar la puerta de entrada, llenarse de ganas e inspiración y aventurarse por ella, y Catula Prim, como buena investigadora, pasará a ese otro lado, enfrentándose a la lógica, a sus leyes científicas y a ese mundo de posibilidades desde el que podrá viajar, conocer otras gentes y enamorarse de un hombre casi imposible, Guzmán de Castro. En definitiva, puede ocurrir cualquier cosa que ella estime querer o creer.

Para no desvelar nada más, El viaje de Catula Prim es una novela que se debe descubrir de motu proprio, degustarla para recrearse y deleitarse con cada uno de los elementos que la estructuran, ya sean estos ficticios o históricos, naturales o procedentes de mundos más sutiles o mágicos (transmitidos a través de las leyendas o de las palabras legendarias), pero integrados todos ellos de tal manera que la realidad y la ficción se diluyen para que al final te lo creas todo a pies juntillas.

Reconozco que me he quedado enganchada y enamorada de los personajes principales, tanto de Catula como de Guzmán, de su pasión, de su amor y de su resolución, así como de todo y de todos aquellos que pululan por esos dos mundos que engloban y conectan ese particular universo magistralmente descrito y escrito por Beatriz Alonso.
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