El tragaluz

La Madre: ¡Porque ella te quiere! (Se acerca.) Es tu hermano el que pierde, no tú. Allá él... No quiero juzgarlo... Tiene otras cualidades... Es mi hijo. (Le toma de un brazo.) Esa chica es de oro puro, te lo digo yo. Por eso te confesó ayer sus relaciones con Vicente.

Vicente: Vente a la Editora, Mario. En la primera etapa puedes dormir en mi casa. (Mario lo mira y se sienta, despatarrado, en el sillón de su padre.) Estás en peligro: actúas como si fueses el profeta de un dios ridículo... De una religión que tiene ya sus ritos: las postales, el tragaluz, los monigotes de papel... ¡Reacciona!

Mario: Ha habido que coserle los bolsillos porque se cortaba los forros.96 Pero no conviene contrariarle. Si tú te precipitas, quizá se habría cortado. (Sonríe.) Y es que hay que observar, hermano. Observar y no actuar tanto. ¿Abrimos el tragaluz?