El principio de la sabiduría

El fin de la inocencia, de la espontaneidad, de la creatividad, son solo algunos aspectos a los que, Laura T. Rambotham, protagonista de El principio de la sabiduría, tendrá que hacer frente para "encajar" en ese mundo y en la realidad de su época.

Vicisitudes, frustraciones, cambios, obligaciones sin sentido, nos llevarán a pensar en qué momento nos enredamos en esa maraña infinita de reglas y mantras que nos despojan de nuestra forma más auténtica y sencilla. Creo que de ahí su carácter universal y lo que la hace destacar de entre todas las historias de internados desalmados y niñas ricas. A pesar del tiempo y la distancia, en algún momento, los lectores logramos identificar aspectos de nuestra historia personal con las experiencias y emociones que enfrenta Laura. Ha pasado más de un siglo, pero hay cosas que, por desgracia, se resisten a cambiar.

El principio de la sabiduría aboga por la libertad frente al cruel ensayo para la supervivencia adulta que enfrenta la gente joven; también reflexiona sobre la cara menos amable y más cruda los que nos rodean y sobre las emociones y los sentimientos que se reprimen justo en el momento en que más intensamente se experimentan.

Ethel Richardson, la escritora detrás del seudónimo de Henry Handel Richardson, se inspiró en su experiencia personal como estudiante en un internado para la creación de esta historia. Una mujer fascinante, adelantada a su tiempo en millones de aspectos. A través del narrador, podemos intuir un poco quién era y cómo veía su mundo y su tiempo.

Ha sido un auténtico placer meterme en estas páginas. Si hubieran llegado durante mi adolescencia, me habrían ahorrado muchos quebraderos de cabeza. Qué lastima que no fuera así.