Este poemario reúne varios oficios -a vista del autor- que son tristes. Tristes en lo más extenso de la palabra, es decir, que cargan con tristeza, que generan tristeza, que provocan tristeza y que son tristes de realizar. Los poemas son, en su mayoría, "clásicos", sin ser muy arriesgados. Hay algunas excepciones, sí, y esos son a mi parecer los mejores. Ahora lo malo: el mismo tema en el que se mueve el concepto general del poemario es su mismo problema. Muchos de estos se sienten extremadamente clasistas (por ejemplo, el de la cajera, que la tacha de que puede ser una ladrona ya que no tiene muchas otras posibilidades) lo cual es desagradable de leer. El mundo no puede permitir esta binariedad ya. P.D. La edición es hermosa, con las pastas y el papel que emanan sobriedad y buen gusto. 3.2/5 |