El caballero de los Siete Reinos

Bajo el tapiz del entorno de Juego de tronos, como un eco lejano en el tiempo que pide ser recordado, un caballero errante apodado el alto y su joven escudero vagan por el mundo en busca de un señor justo, al que servir.

O Martín me engaña o hay mucho de Cervantes en esta curiosa pareja, y aunque las diferencias en los atributos de los personajes son notables, Dunk, Quijote, Egg y Sancho duermen abrazados por las mismas estrellas y usan por manto, la nobleza.

Con el rumor de la tierra como compañero de viaje, hacen camino al andar. Polvo y sudor son el vendaje de una piel llena de heridas, y anhelos.

Difícil forma de sustento, torneos. Justas con nobles que se alimentan de aceros sin pedigrí, para saciar su sed de ambición y orgullo.
Glorias inalcanzables donde lo probable es salir más miserable, de como se llegó.

Tres cuentos ordenados cronológicamente donde el autor despliega fantasía sin apenas usarla. Alguna referencia lejana a dragones y huevos en unos relatos donde impera la épica de la razón. Tan imprevisible como perfectamente lógico.

Pese a que en sus andanzas estos caballeros encontrarán cuerpos donde cabeza y resto dejaron de formar un mismo todo, envidias, traiciones y aventuras, tiene la prosa y su cadencia una esencia que me hace recordar a la cálida sombra en el desierto de mi soledad. Melancolía positiva.

Me apasiona la Edad Media de Martin, sin límites, sin fronteras, sin normas escritas, donde todo cabe...un mundo antiguo paradójicame nuevo, donde no hay exactitud. La irrealidad creíble.

Los relatos pueden leerse aún no habiendo tocado un solo libro de Juego de tronos, hay referencias, pero los textos poseen vida propia y subsisten sin la necesidad de la madre saga.

Fue un inmenso placer abandonarse en un universo sin calendario ni reloj. El mayor invento que el hombre hizo contra su libertad.