Dublinés

Alfonso Zapico, asturiano de la Cuenca minera, deficó tres años años a la creación de Dublinés (2011), una novela gráfica que ilustra la vida de James Joyce, con sus aventuras y desventuras, encuentros y desencuentros en los que se fue forjando este genio del siglo XX. Galardonado con el Premio Nacional del Cómic en 2012, cuenta con La ruta Joyce (2011), un cuaderno de viaje sobre el proceso de documentación y las ciudades que tuvo que visitar su autor para seguir los pasos del irlandés. En él, además de lugares imprescindibles a los que acudir, nos regala anécdotas e historias cautivadoras de Dublín, Trieste, París y Zurich, en las que fue dejando su particular huella el autor de el Ulysses. 

La historia de este controvertido escritor se entremezcla con la de la historia de Irlanda, de forma que, desde sus primeros años, sus vivencias reflejarán los conflictos entre Irlanda e Inglaterra, a causa del sometimiento de las señas de identidad de su pueblo, que se han visto ignoradas a lo largo de cientos de años por el gobierno londinense. Las guerras también condicionan la vida y una parte de las múltiples mudanzas a las que se ven sometidos su fiel Nora y él mismo. El resto las provocan sus deudas; esa afición  a gastar de más, beber y frecuentar burdeles. Barnacle, haciendo honor a su apellido, un crustáceo parecido a las lapas que permanece inmóvil, adherido a una roca, durante toda su vida, le aceptó tal cual era y le siguió en su particular peregrinar.

Moriría Joyce en enero del 41 en Zúrich, dejando atrás el dolor de los trastornos mentales de su hija Lucía y sus problemas oculares. Y una obra inmortal, que lo hará instalarse en la eternidad que ofrece la literatura. Leopold Bloom viviría ya para siempre en ese 16 de junio de 1904, en el número siete de Eccles Street, en un Bloomsday permanente.
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