Doce abuelas

Doce abuelas. Eso es lo que necesitaría el autor cuando venga a Asturias (porque leyendo su libro se nota que no ha pisado la tierrina, al menos no antes de escribirlo), para poder salir de aquí de una pieza.

Soy asturiana. Adoro Asturias. Por eso en cuanto me entero de un libro ambientado en mi querida tierra intento leerlo. Sin profundizar en las reseñas, sólo leídas por encima para saber si podría gustarme. En este caso pequé de impulsiva. Me deje llevar por un par buenas y la cagué, pero bien cagada.

El libro empieza muy bien con una señorina encontrando a su sobrino sentado al piano. Sólo que está congelado en lugar de tocando una maravillosa melodía. Crea curiosidad y hasta te olvidas de ese "les casadielles" creyendo que fue una metedura de pata sin importancia...

Es problema surge cuando los "investigadores atípicos" del título empiezan a investigar lo que pasó. Porque más bien lo que hacen es acusar a todo el pueblo del crímen. Y, obviamente, si acusas a todo quisqui es normal que tarde o temprano aciertes. Dan palos de ciego y se dejan guiar por corazonadas sin fundamento a lo largo de todo el libro, para llegar a un final que no ves venir hasta poco antes, pero no por sorpresivo sino porque parece sacado de la manga.

Lo mejor lo dejo para el final. ¡¡¡Vaya caca de ambientación!!! Señor Del Río, si quiere ambientar un libro en un lugar ya no digo que lo visite, pero al menos infórmese. No ha dado una.
Que sí, que todos sabemos que en Asturias hace un tiempo horrible con niebla densa las 24 horas del día durante semanas. Quédese en su Palencia y no se acerque a una de nuestras maravillosas playas que hoy disfrutan de una temperatura deliciosa además de un día soleado con el que podemos apreciar plenamente su belleza. Y el tiempo de Asturias es como la familia, nosotros nos quejamos pero ¡¡pobre del foráneo que ose hacerlo!!
Por lo visto, en 2018 Asturias iba en contra de las leyes y se podía fumar en las tascas; aunque admito que no estoy segura de si en ellas se podía porque aquí he estado en chigres, sidrerias, bares,... pero tascas, lo que se dice tascas, en pocas.
De lo que estoy segura es de que en ninguno de esos sitios he podido ojear un ejemplar de "La voz de Asturias" desde hace más de 10 años, que es lo que hace que no hay versión impresa, más o menos seis años antes que la acción narrada...

Reconozco que llegó un momento en que estaba más pendiente de las meteduras de pata respecto a la ambientación (el paisano jugando la partida de cartas con un cigarro en la boca y una copa de vino en la mano acudía muy vividamente a mí cada vez que entraban en dicha tasca). Y eso hizo mucho más amena mi lectura que la trama en sí. He apreciado mucho la labor de los correctores y editores, y a partir de ahora seré mucho menos crítica porque sé que alguna que otra cosa se me escapó sin ser consciente de ello aunque no lo releeré para encontrarla.

“Doce Abuelas” es el debut de Pablo del Río, filósofo y periodista, que se entrena en el mundo literario con una novela negra ambientada en la costa asturiana que aúna misterio, humor y una fantástica ambientación, que hacen de esta novela una historia difícil de soltar.

Mercedes vuelve a casa la tarde de Nochebuena tras tomar el aperitivo con unas amigas. al llegar, encuentra a su sobrino Ricardo, un reconocido pianista, sentado al piano. La alegría inicial se tornará horror al comprobar que este está muerto, congelado. Tras acudir al cuartel de la Guardia Civil, un agente la acompañará de vuelta a su casa para descubrir que el cuerpo de Ricardo ha desaparecido. Dos días después el cadáver aparece en un mirador, sin signos de violencia, atribuyéndose la muerte a un fallo cardiaco. La versión oficial no termina de convencer a Genoveva, su viuda, y a Adolfo, un amigo de Ricardo, por lo que iniciarán su propia investigación ¿y si la tía Mercedes decía la verdad?

En “Doce abuelas” no encontraremos una investigación policial al uso, ya que la Guardia Civil parece tener claro desde el principio que se trata de una muerte natural, no dando mucha credibilidad a la versión dada por la tía de Ricardo (lo que sirve también para hacer cierta crítica de cómo muchas veces tienen más peso los prejuicios que tenemos acerca de alguien para creer o no su palabra). El hecho de contar con dos investigadores amateurs, la viuda y el amigo del fallecido, dotan a la historia de esa frescura que a veces queda un poco de lado en novelas policiacas puras en las que, por el hecho de tener que ajustar la investigación a la legalidad, a veces resultan demasiado encorsetadas. La falta de experiencia de Adolfo y Genoveva dará pie a situaciones rocambolescas que tienen ese toque de humor que tan bien funciona en este tipo de misterios.

Los personajes resultan cercanos y creíbles, lejos del típico policía atormentado por su pasado. Son personas normales que se han visto implicados en unos hechos que les vienen grandes pero, a pesar de ello, no cejarán en su empeño. Empeño que, sobre todo en Adolfo, está un poco pasado de rosca en ocasiones, ya que con cuatro datos circunstanciales es capaz de montar toda una teoría acerca del culpable, comportándose con él como si fuese Harry el Sucio. A pesar de que más de una vez le hubiese dado un pescozón, al final su personaje terminó ganándome.

La historia tiene un ritmo cinematográfico y un estilo muy visual, que hacen que el lector se sienta transportado fácilmente a esas playas y acantilados asturianos en los que se desarrolla la acción. Esa niebla que no levanta durante gran parte de la novela no solo sirve para generar esa atmósfera misteriosa, sino que en esta ocasión es además un elemento fundamental de la trama.

Como buena novela de misterio, el autor juega al despiste, introduciendo los giros necesarios para hacer que el lector sospeche de todo el mundo hasta el final, lo que hizo que la lectura resultase de lo más entretenida.

El título del libro me tuvo despistado durante buena parte de la novela, pero una vez revelado quiénes son las “doce abuelas”, adquiere todo el sentido, ya que será uno de los escenarios clave de la historia.

¿Continuará Adolfo investigando nuevos casos? No tengo ni idea, pero de hacerlo, estaré ahí para leerlos sin duda.

Un domestic noire ambientado en un lugar idílico, una muerte en extrañas circunstancias y una leyenda que perdura es la esencia de este libro.

Con esta novela he tenido una sensación de leer dos historias diferentes. La primera parte es muy pausada, muy centrada en describir el ambiente, todo el entorno y ponernos en situación. Las descripciones que hacen referencia a la ambientación del sitio (Asturias) si me resultan necesarias e incluso interesantes, ahora las que son de cosas más banales me han sobrado, me frenaban en la lectura. También esta parte es la que nos muestra a los personajes y la parte donde hacen cábalas sobre que habrá pasado.

La segunda parte es totalmente diferente, contiene más diálogos, tiene más acción y más chicha. Ya no hay tantas suposiciones y se van descubriendo pequeñas cosas. Esta la he disfrutado más.

No es la típica novela negra en la cual la policía esclarece todo, son los protagonistas quienes indagan, resuelven y buscan. Los capítulos “en cursiva” me han parecido muy interesantes y me han despistado. Adolfo (amigo) y Genoveva (mujer) narran en primera persona los capítulos, quizá por ello he echado en falta más diálogos, pero esto ya es por gusto personal.

La recomiendo siempre que os gusten historias muy descriptivas y con un suspense que no es solo resolución, sino que mezcla también el desarrollo de los personajes en la trama principal, sus pensamientos y emociones con lo que ocurre.

«Por mucho que se queje, a la gente le gusta la normalidad, la rutina. Somos animales de costumbres»
 
 
Tenía entre manos una novela cargada de tensión emocional que resultaba complicada leer del tirón, necesitaba buscar una lectura que me liberase y llegó a mis manos Doce abuelas. No buscaba un libro que me generase más esfuerzo de concentración, no sé si será correcto decir que buscaba una lectura de evasión, y cumplió, me entretuvo.
                Esta escrita en primera persona, a tres voces, una de ellas es la mujer del muerto, Genoveva, otra un amigo, bastante desocupado que no le importa embarcarse en la investigación, Adolfo, a veces algo incoherente, y la propia voz del asesino o asesina. al principio de cada capítulo nos dirá a quién pertenece la voz, lo cual ayuda bastante para visualizar al narrador.
                No es un thriller que profundice mucho en temas policiales o forense, incluso diría que tiene cierto carácter de humor o ligero. Como decía no es un thriller al uso, en primer lugar, porque la policía cierra el caso con la impresión visual del cadáver, paro cardiaco. La mujer y el amigo no se dan por satisfechos, además la tía asegura a ver visto a Ricardo en su domicilio sentado en la banqueta del piano totalmente congelado y esto me llamó mucho la atención, porque un cuerpo humano para moverse congelado, que pesaría un “quintal”, debe someterse a temperaturas por debajo de cincuenta, dice Wikipedia, más cerca de los 80º. ¿Cómo se congeló Ricardo me interesaba? ¿Cómo se puede lograr que alguien esté totalmente sentado hasta morir? Pero lo que más llamaba mi atención era el título, ¿quiénes eran esas doce abuelas?
                Hay muchas licencias algunas cosas que no terminan de encajar por mi experiencia o porque no llego a comprender, ¿por qué Ricardo no luchó por su vida?
                Lo importante es que cumplió su cometido tres boles de palomitas y una lectura entretenida que me liberó de la otra lectura más densa por su carácter de ensayo.

Un tipo que se queda sin trabajo y se dedica a hacerse el Colombo por un pueblo de Asturias porque no tiene otra cosa mejor que hacer. Acusa a todo Cristo directamente, hace hipótesis sin pruebas y todo aderezado con una cantidad de relleno ingente. La esposa del cadáver y sus elucubraciones van en la misma línea y los dos juntos... Sin comentarios. Atosigando a desconocidos con preguntas de todo tipo a las que la gente, por lo que sea, les responde, deshaciéndose en detalles privados sin cuestionarse el porqué del interrogatorio.
Lento e inverosímil. Como añadido, apuntar el curioso uso del verbo «atusar» 😅. de 500 páginas sobran 400.