Café Sangriento

Las gotas se acumulaban en la ventana. En las afueras, la ventisca arremolinaba los nubarrones como si se tratasen de algodones. De vez en cuando Felicia escuchaba algunos truenos, seguidos de un centellazo que se reflejaba en sus lentes.

Su apartamento estaba recubierto de hojas y tinta; un verdadero desastre creativo, solía decir. Le había dado la espalda a su trabajo, al menos por unos minutos mientras degustaba aquella taza de… café.

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