Bienvenidos al hostal de la felicidad

Estamos ante la continuación de: El hostal de la felicidad.
Y como en ese entrañable libro, aunque las cosas empiecen mal, no queda otra que terminen bien, para eso es el hostal de la felicidad.
No hay necesidad de leer el primer volumen, con rápidos pantallazos la autora nos va poniendo en tema, y no necesariamente al principio del texto, puede ser una carta que contenga la invitación a una boda, puede ser una agradable visita que nos retrotraiga a la historia.
La dueña del hostal, situado en un pequeño pueblo, es una viuda, que no quiere convencerse que su esposo ha muerto en un accidente en un helicóptero, que se estrella contra una montaña, en Afganistán, en un lugar inaccesible. Y al no poder recuperar su cuerpo sostiene la llamita de la esperanza de que aún esté con vida, aunque las probabilidades sean remotas.
Ese sentimiento de amor correspondido, le hace escuchar y recordar la presencia de él, repitiéndole cuánto la ama, pidiéndole que continúe con felicidad su vida y asegurándole, que ese lugar, al que ha accedido, sólo por casualidad y sin conocimientos del rubro, se lo ha de asegurar, no solo a ella, sino a los huéspedes que allí se alojen.
Y así, como sucede en la vida real, se acercan pasajeros, con distintas vivencias, con distintos problemas, con diferentes expectativas.
Es de destacar, que en ningún caso conocemos el final de esas situaciones. Nos queda el gustito agridulce, más dulce que agrio, de que todo concluirá felizmente, pero como en el libro anterior, sólo una nueva continuación nos permitirá saber si hemos dado con el final feliz que esperamos.
No se trata de la panacea de todos los males, pero al menos la síntesis que nos propone el editor, y que algunos consultamos para elegir la lectura, es verdadera.