Cuando la divulgación científica es así, apasionante y entretenidísima, es una gozada que nos hablen casi de cualquier cosa. El autor es periodista especializado en temas científicos, lo cual aúna por un lado, el saber hacer del periodista escritor de toda la vida, y por otro, el rigor, la evidencia, que se indique en qué se basan las afirmaciones que se hacen.
¿Qué le diría a quien dude si coger o no este libro? Pues que no se arrepentirá si lo compra. Me parece un libro fantástico, incluso para los que tenemos conocimientos básicos de ciencias. Sobre todo, te entretiene.
Explica con claridad cuestiones científicas de actualidad. Cita muchos ejemplos de experimentos con resultados llamativos.
A veces resulta agridulce porque el método científico es el que es. Nunca pretende alcanzar la verdad absoluta, sino la explicación más satisfactoria de los datos comprobados y hasta que haya una mejor.
Otras veces es muy inquietante, como cuando te cuenta las trampas del cerebro.
Pero además te hace pensar en un par de cosas. Y a veces, hasta replanteártelas. Deberíamos ser «científicos», críticos con las cosas, plantearnos si algo funciona o no y cómo medir los resultados; poner a prueba nuestras teorías, nuestros proyectos. Y huir de la actitud de «abogados» enrocados en una posición muchas veces sin fundamento, más violentos cuanto más atacados nos sintamos.
Hay que aprender a cambiar de opinión y de actitud cuando las circunstancias lo aconsejan.
En resumen y en mi opinión, de obligada lectura... si te interesa algo el pensamiento crítico y deseas formarte una opinión un poco fundada en temas de actualidad. Ahora, más de una década después de publicarse, posiblemente muchas cosas hayan evolucionado, y eso también es un buen punto de partida, comprobar si los estudios posteriores confirman o refutan lo que entonces se consideraba «estado de la ciencia».
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