Grupo Anaya, S.A.

Si pudiera expresarle mi opinión a Leroux sobre este libro, aplicaría el “no eres tú, soy yo”, ya que considero que es de esas historias que no han envejecido bien. Sin duda, la novela gozó de gran éxito en la época en que fue publicada al ser un género literario novedoso. Sin embargo (y, para ser justa con el texto) considerando que he leído muchos thrillers y visto muchas películas o series de misterio, pienso que el género ha evolucionado para ser más dinámico, más impactante y en donde el foco está en la acción y no tanto en los detalles (o quizá sí en los detalles, pero siendo estos pocos y concisos, todo lo contrario a lo que sucede en El Misterio del Cuarto Amarillo). En pocas palabras, el libro me ha parecido lento, tedioso, con muchas descripciones que, si bien tienen un papel importante, pudieron ser más cortas.



Una mujer es atacada en su habitación, en donde no había forma de entrar o salir más que por la puerta principal. ¿Cómo hizo el asesino para escapar? Ese será el hilo conductor de la historia, pero, en mi opinión, incluye demasiados personajes y muchas subtramas que pudieron ser mas breves, o ser incluidas de una forma más directa. A la mitad del libro ya estaba aburrida, pero decidí terminarlo porque ya le había invertido mucho tiempo. Lo que es muy rescatable es el final, con un giro que no esperaba sobre la identidad del asesino, su vínculo con la Srta. Stangerson y la posibilidad de una continuación. Desafortunadamente, con todo lo impactante que me resultó el final, creo que no me animaré a proseguir con la serie.

Relato corto de terror psicológico publicado en 1866 por el autor.



Pese a su corta longitud, en tan sólo estas 48 páginas, la pluma maestra de Dickens logra transmitirnos un abanico de sentimientos inquietantes, angustia, miedo, pánico, ansiedad, una obra magistral, casi que diría de obligada lectura.



Desde el primer instante, Dickens, juega con nuestra mente, poco a poco la angustia va "in crescendo" a medida que avanzamos en la lectura.



Centrada en tan solo dos personajes y sus conversaciones, un horror de fondo es palpable durante toda la narración,  angustiosa e inquietante,  hará pasar un rato magnífico de cualquier amante de la literatura clásica y el terror.



Muy recomendable.

“ISABEL: Ya os he dicho muchas veces,

señor don Mendo, cuán en balde

gastáis finezas de amor,

locos extremos de amante

haciendo todos los días

en mi casa y en mi calle” ~ El alcalde de Zalamea de Pedro Calderón de la Barca.



Repetimos teatro español que me ha resultado más fácil de leer que el de la semana pasada pero claro, ya llevaba entrenamiento. Nos vamos a un pueblo español por el que va a atravesar el ejército de Su Majestad camino a la coronación de este en Lisboa. Las casas del pueblo han de alojar a los soldados y el capitán Álvaro se hospedará en la casa de Pedro, padre de la joven y bella Isabel y del valeroso Juan.



Para evitar tentaciones, envía a Isabel y a su prima Inés a esconderse en la habitación del ático hasta que los soldados hayan abandonado el pueblo pero al capitán se le antoja conocer a la joven y hacerlo muy de cerca. ¡Porque yo lo valgo!, vamos, porque “si en un día el sol alumbra y falla”, dice el capitán “¿por qué no pudiera tener edad en un día de hacerme dichoso?” (¡Qué dos tortas tiene este “sobrado”!).



Isabel que no hace caso a nadie, ni soldado, ni capitán, ni más pretendientes del pueblo, se mantiene férrea y obediente a las órdenes de su progenitor pero poco hay que hacer para salvar de las garras de una “manada” a una mujer cuando estos se encaprichan y la cosa se lía.



Una historia dura como la vida misma, con unos personajes que me han encantado, sobre todo el padre y don Mendo y su escudero. A destacar el discurso de Pedro a su hijo Juan con fragmentos como: “No hables mal de las mujeres; la más humilde, te digo, que es digna de estimación; porque al fin de ellas nacimos”. Al final es Pedro, el pueblerino del que se ríen los recién llegados, el más culto, listo y sensato de la obra.