Editorial Toromítico

“Puede uno no conseguir las cosas en sí mismas, pero nada puede impedirle el placer de haberlas disfrutado anticipadamente”

.

.

.

Ana es una niña huérfana de once años que llega a Tejas Verdes, una granja ubicada en Avonlea (Isla de Príncipe Eduardo, Canadá). En un pueblo tan pequeño, en donde los chismes y el critiqueo está a la orden del día, la procedencia de la pequeña parece ser inicialmente un obstáculo. Pero Ana, con su desparpajo, su vivacidad y su buen carácter, además de una torpeza enormemente tierna, logra ganarse a los oriundos.



En un contexto muy rural, Ana no hace más que meterse en líos, todos sin querer y persiguiendo la mejor de las intenciones. Pero es una niña con tanta inocencia y buen fondo, que logra ablandar los corazones más hoscos y solitarios de Avonlea, y hasta sacarles alguna sonrisa.



Es un libro que, aunque se sale mucho de mi estilo, y a veces me ha parecido un poco ñoño de más (perdón, es que no he encontrado otra palabra mejor), todo eso se disculpa porque al final la lectura aporta una lección de vida maravillosa; y es que la vida puede ser tan bonita como tú la quieras ver, con independencia de lo que suceda a tu alrededor.



Ana percibe las cosas con mucha intensidad, tanto lo bueno como lo malo, y eso hace que a veces te rías, pero que otras quieras arrancarte los pelos para decirle que ya está bien. Creo que no me llevaría bien con ella en la vida real.