Adarve

Quizás porque los Borbones se han mantenido como reyes españoles durante dos siglos, de los que hay que descontar los períodos inactivos en su reinado -las dos repúblicas, el reinado de Amadeo de Saboya y la dictadura franquista-, disponemos de una bibliografía extensa sobre ellos, en su mayoría libros divulgativos. Por otro lado, las sonadas andanzas del actual Rey emérito, ajenas a su función como monarca, han inducido a publicitar la cara más placentera, por decirlo de algún modo, de esta curiosa y llamativa saga regia. Muchos de los libros dedicados a los Borbones no pasan de contener una recopilación de anécdotas y curiosidades. Descontando las publicaciones cuyo propósito más o menos declarado es el ataque a la institución monárquica y la reclamación de un cambio que elimine la monarquía constitucional vigente en España, es conveniente señalar aquellos que se alinean en la tarea del ensayo-divertimento. En esta línea señalo, por ejemplo, “Los Borbones y el sexo” de Marta Cibelina o "¡Están locos estos Borbones!" de César Cervera.



Sin renunciar a la exposición del comportamiento estrafalario, el detalle de prácticas sexuales y las debilidades mentales o de carácter de los reyes borbónicos ni tampoco a que la lectura del libro sea entretenida, “Los primeros borbones en la España de 1700 Entre locos y cuerdos” aporta una visión más sosegada y razonada sobre los eventos conocidos de los Borbones -sólo sobre los primeros-, tanto históricos como personales.

El trabajo del historiador Luis Orgaz Fernández se centra en los primeros reyes de la dinastía histórica: Felipe V, Luis I y Fernando III. Los tres son exponentes de un tipo concreto de gobernante: más bien poco cuerdo, con su consorte compensando -superando- su trabajo como suprema autoridad del reino y viéndose afectado por enfermedades que condicionan su labor.

En esencia es un ensayo histórico, sin más adjetivos, aunque queda a medias entre la divulgación erudita y considerarse libro de consulta para estudiosos. Para ello, el autor luce su experiencia y capacidad para nutrirse adecuadamente de las fuentes históricas, compararlas y establecer conclusiones propias.



Ahora bien, a mi criterio amplía y excede el propósito del libro con una primera parte dedicada a Carlos II y a la situación sociopolítica en el país como resultado de la denostada (por el autor) dinastía de los Austrias. Afirma el autor: “Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II no aportaron muevas ideas políticas, sociales y económicas. Se mantuvieran en el poder desde su grandeza, su soberbia, su alejamiento de la realidad en la que vivían sus súbditos y desde la religión”. Sin enjuiciar la objetividad de esta afirmación, me parece desproporcionado que se dedique un tercio del libro al “estado de la situación” previa a la llegada de Felipe V y la consecuente Guerra de Sucesión. Mucho más, teniendo en cuenta que a Carlos III, sucesor del tercer Borbón, le dedica un breve capítulo como cierre del ensayo. No obstante, resultan muy ilustrativas e interesantes los motivos del autor por los que no son merecedores los Austrias, en especial los mayores, del elogio que en general se les dispensa.



A Felipe V le dedica prácticamente la mitad del libro, motivado quizás por tres razones: la primera, porque su reinado fue el más largo de los tres primeros Borbones; la segunda, por el enjundioso juego para la narración que le proporciona la Princesa de los Ursino; finalmente, porque con motivo de documentar los Decretos de Nueva Planta se esfuerza el autor en comentar la improcedencia del discurso independentista de Cataluña, cuestión que a mi entender se aleja del propósito del libro, aunque se ciña a hechos históricos del período que estudia. Mención especial es su detenido análisis de las influencias, por no decir del control, en cada rey de las reinas consortes: Mª Luisa de Saboya e Isabel de Farnesio (Felipe V) y Bárbara de Braganza (Fernando VI). Destaca el autor la capacidad de las reinas de sustituir al rey en la gobernanza del país y, en especial, el protagonismo de los ilustrados en la gestión de gobierno l), Por la brevedad del reinado de Luis I, a su esposa Luisa Isabel de Orleans se le tiene poco en cuenta. Por otro lado, repite una y otra vez y justifica el control de Francia sobre la política española, a través de sus embajadores y, sobre todo, de la Princesa de los Ursino.



Sin tener en cuenta las repeticiones argumentales, el paso en varias ocasiones sobre los mismos hechos al no ser un relato lineal y algunas suposiciones sin concretar sobre las enfermedades de los reyes, el libro es entretenido, lleno de detalles más o menos necesarios y bien hilado en su discurso.



Los amantes de la Historia disfrutarán on la lectura de estelibro.


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