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Seguramente cuando le propusieron a Virginia Woolf dar unas conferencias con 'La mujer y la literatura' como tema principal, pensarían que abarcarían un halago continuo de la vida y obra de influyentes predecesoras del calado de Jane Austen, las hermanas Brontë o George Eliot.

Woolf fue "un pelín" más allá. ¿Como era posible que en el mundo la mitad de la población tuviera una ínfima participación en el proceso de escritura?¿Qué representación arquetípica y simplista en los personajes femeninos de las novelas se cabía esperar de aquellas masculinas mentes?¿Cómo se iban a plantear las mujeres dedicarse a la escritura sin poder contar con una solvencia económica ni un lugar tranquilo en el que desarrollarla, una habitación propia?

Maravillosa vuelta a la autora que conocí con su peculiar novela 'La señora Dalloway'. En este caso, nos adentramos en un ensayo basado en dos conferencias que dió Woolf a mujeres estudiantes. Es lógico que tras el éxito de las mismas, se decidieran llevar al papel y de esta manera podamos disfrutar de este alegato feminista que dentro de nada cumplirá los cien años desde su publicación.

Una de las cuestiones que nos ha enseñado la literatura es que el feminismo no es cosa de hace unos pocos años, y que hace cien años y unos cuantos más atrás, ya había voces (en su mayoría mujeres, claro) reivindicando de manera más o menos explícita una igualdad entre mujeres y hombres. Sin embargo, poder saborearlo de manera tan directa y contundente, y escrito con el estilo que solo alguien como Virginia Woolf es capaz de plasmar, es un verdadero placer.

La escritora hace un repaso por las primeras mujeres que, teniendo que renunciar a la idea de formar una familia, pudieron dedicarse a la escritura, pasando por un presente en el que expone las carencias y necesidades de las mujeres para poder escribir, y anticipando un futuro irremediablemente más positivo.

'Una habitación propia' es una obra necesaria hoy en día todavía, para recordar de dónde venimos y evitar repetir ciertas injusticias, pero sobretodo para no caer en el engaño de que ya se ha conseguido una igualdad real y sí tener en mente que queda aún mucho por hacer.

Pasen, pasen. Siéntanse cómodos, pasaremos una película de la vida en New York a finales del siglo XIX. Eso es "La edad de la inocencia", una crítica de la sociedad en la que su protagonista se ve envuelto en un triángulo amoroso, donde predomina el clasismo y unas férreas normas sociales.



Más de lo mismo, ya venimos leyendo libros desde siempre, donde los autores denuncian mediante el asco, la hipocresía de la sociedad, el cuento de nunca acabar.

Pero...que libro tan lindo y bien escrito. Muchas veces me sentí parte de una de esas cenas asfixiantes, viendo a un lado y al otro mientras se desarrollaba frente a mi el circo de esas vidas calculadas y medidas hasta el cansancio. No había espacio para la improvisación, para todo había un modo de conducirse, un lenguaje, un horario y hasta un vestuario. En otras palabras, una cárcel con mucho glamour.



Se relata como algunas personas en quiebra financiera, matrimonios afectados, mujeres divorciadas, cayeron en la desgracia del que dirán, ser los apestados, dando al traste con la forma de vida "autorizada" para luego al avanzar el tiempo y sus cambios, tristemente comprobar, que nada es inamovible, y que esas vidas desgraciadas cayeron en el olvido a fuerza de imponerse un nuevo modernismo que al mirar hacia atrás ni siquiera tuvo sentido que pasaran por todo esa marginación social desmedida y el desprecio cuando al discurrir del tiempo, ya nada importa.



Las nuevas formas burlan las obsoletas, pero nuestros personajes pasaron por el infierno literario de una autora valiente. Escribió relatando su sociedad, bajo el calor de la crítica. Es una osadía admirable y un retrato certero de New York de finales de siglo. Justo estoy leyendo también "Normas de Cortesía" que en una línea de tiempo, es la continuación de esta etapa y ha sido magnífico coincidir para formar un mejor cuadro de esa época.



Una lectura riquísima a pesar de que Newland, su protagonista masculino, para mi, deja mucho que desear, era rebelde pero de pensamientos hacia adentro, salvo dos o tres frases condicionadas por la ira acerca de ese mundo absurdo que le rodeaba, su inanición en los momentos en que puedo tomar desiciones más acertadas, le llevaron a vivir alejando de lo que más amó en su vida. Claro! De haber sido más fuerte y más varón no habríamos tenido historia, jajajajaj.



La verdad, es un libro hermoso. La esperanza está entre líneas, como también la incitación a no dejarte llevar por reglas absurdas, a ser más fuerte que los tiempos. Siento que es algo autobiográfica, pues Edith Warton tuvo una suerte parecida a la Condesa Olenska, y como ella, fue más atrevida que su época.. Se divorció, se fue a Europa y se rodeó de los amigos (escritores muchos) más maravillosos que pudieron existir y nos dejó obras riquísimas. Buscaré otras , me encanta leer clásicos