CAPITAN SWING S.L

Cuando se ha visto la adaptación al cine de este libro antes que la novela siempre da pereza porque crees que la historia no va a sorprenderte. Y en este caso pensar así es un error.



Es verdad que más de 400 páginas adaptarla en 2 horas es complejo y la hicieron realmente bien. Aunque únicamente contándonos historia principal.

El libro te mete en el pueblo, sus vecinos, y peripecias incluso te sientes uno más de ellos y hasta quieres salir en el semanario de Dot.



Flagg narra una historia con unos personajes muy cercanos, una lectura muy entrañable, aunque trate temas duros, tiene un tono muy amable, ligero y hasta humorístico y quizás es lo que lo llevó al éxito. El sentirnos parte de esta comunidad de mujeres fuertes, valientes, en una época (la Gran Depresión) donde la mujer no contaba.



Whistle Stop será el lugar del que te despedirás con una sonrisa, donde habrás pasado ratos divertidos y otro no tanto pero será reconfortante.

De esas lecturas que siempre vienen bien.

En “Tomates verdes fritos” de Fannie Flagg, nos adentramos en todo lo que acontece alrededor de Whistle Stop un café de Alabama regentado por Idgie y Ruth, dos mujeres unidas por una estrecha amistad poco convencional para la época.



Toda la historia, con saltos temporales entre los años de la Gran Depresión y los años 80, la conocemos de la mano de otras dos mujeres: Evelyn, una mujer oprimida, incomprendida, insatisfecha con su matrimonio, su cuerpo, la relación con sus hijos y su vida de ama de casa, y Ninny, interna en una residencia. A través de los encuentros que se producen entre estas dos entrañables mujeres, Flagg nos mostrará problemáticas como la vejez, la soledad o la depresión.



“Tomates verdes fritos” es una historia bellísima, llena de crudeza y de realidad. Es el retrato de una sociedad, de una comunidad, que tuvo que lidiar con circunstancias muy duras. Sin embargo la escritura de Flagg es tan fresca, con tanto humor, que el resultado es de un equilibrio perfecto. Es duro si, pero siempre hay un halo de esperanza al final de cada situación trágica.



Creo que es un relato del que podríamos estar hablando horas y horas, pues trata una temática muy diversa. “Tomates verdes fritos” es una historia de amor, de amistad, de racismo, de pobreza, de homosexualidad, de sororidad, de feminismo… todo enmarcado en una época llena de convencionalismos sociales.



Un relato que no puedes leer sin emocionarte.

Regalo por mi cumpleaños del año pasado, por fin le llegó el turno. Se trata de un ensayo que me pega bastante por la temática, puesto que me gustan mucho los lugares abandonados donde la naturaleza parece haber tomado el control tras haber sido abandonados por el ser humano.



Y justamente de eso va este libro, de una selección de lugares creados o modificados por el ser humano y que, tras un tiempo de abandono y olvido, muestran cambios significativos que la autora trata de explicar mediante mucha documentación y su propia experiencia visitando in situ esos lugares. Escocia, Ucrania, Tanzania o Estados Unidos son algunos de los lugares elegidos por haber sido ubicación de alguna instalación o fábrica que tuvo que ser abandonada posteriormente, ya sea por su peligrosidad (como es el caso de Chernóbil o Verdún) o por una migración masiva debida a la falta de trabajo (Detroit, Nueva Jersey), o bien se trata de sitios en los que vivir es especialmente complicado, como el desierto de California.



Todos los lugares que Flyn visita tienen una historia diversa y su estado de abandono presenta diferentes grados (de hecho algunos de esos sitios aún están habitados), pero al leer el libro nos damos cuenta de que existen patrones que se repiten, como que frente a la influencia humana, negativa en general, la naturaleza consigue sobreponerse y crear algo nuevo, diferente. Con el tiempo los espacios se adaptan a las nuevas circunstancias, suponiendo cambios en las especies y creando nuevos entornos libres de humanos. Mágicamente la naturaleza consigue adaptarse a lo altamente tóxico, mientras nosotros, con tan solo tocar o ingerir algo de lo que nace y crece en esos lugares podríamos morir.



En el libro se incluyen algunas imágenes tomadas por la autora en sus incursiones, para mi gusto pocas teniendo en cuenta lo impactantes y visualmente atrayentes que son estos lugares, pero es cierto que Flyn describe a la perfección lo que ve y lo que siente cuando “se cuela” (porque siempre parece algo prohibido, quizás por su propia idiosincrasia), permitiéndonos ser espectadores junto a ella de sus descubrimientos. Tras la lectura queda un poso agridulce, parece que el ser humano destruye todo lo que toca y tan solo tiene que girar la cara o meter sus destrozos bajo la alfombra para no volver a verlo. Pero esos sitios continúan existiendo y creciendo allá donde los dejaron, y todos parecen estar mejor sin nosotros. Da qué pensar.