Contraseña

Maravillosa antología de cuentos de la gran Doña Emilia Pardo Bazán. No hay ninguno malo y ya es complicado entre 35. Es de alabar también la labor del editor en la selección de los cuentos, pero he leído otras antologías (hay mucho dónde elegir entre los más de 600 que escribió) y son igualmente maravillosos, se pueden contar con los dedos de una mano los pocos que son menos buenos, ninguno malo.



La temática que vertebra la antología es la violencia contra la mujer, todo tipo de violencias, con una visión de 360 grados, y maravilla la perspicaz y adelantada mirada de esta mujer, su gran inteligencia, el dominio y belleza del lenguaje, se me acaban los adjetivos.



Algunos cuentos son de una gran dureza y crueldad, lo triste es que mucho de lo que cuenta sigue de rabiosa actualidad, en algunos aspectos hemos progresado poco.



Leer a doña Emilia es siempre un placer.

Solo cuando han pasado más de veinte años, y debido a la venta de la casa en la que no llegaron a vivir juntos, Giraud se ve con fuerzas para relatar los acontecimientos, que de haberse podido evitar, no hubieran resultado en el fallecimiento prematuro de su marido en un accidente de moto.

Una larga lista de "sies", que encabezan cada capítulo, tan dispares como si ella hubiera tenido móvil, si hubiese llovido o si Stephen King hubiera fallecido en el accidente que tuvo tres días antes, que muy posiblemente habrían cambiado el destino de Claude, que Giraud escudriña de manera casi obsesiva.

Parece que me estoy aficionando a la lectura de historias enmarcadas en esta corriente francesa de autoficción o autobiografía. Con resultados dispares como en mis reseñas al respecto se evidencia. En este caso me he encontrado con una narración muy íntima y sincera, en la que parece que su autora se desprende a tirones de ese lastre que tanto le pesa desde hace más de dos décadas.

Además, profundiza en cuestiones que a mí personalmente también me obsesionan, como esa facilidad de que toda nuestra vida cambie en cuestión de un segundo por causa, si es que se pudiera encontrar razón (y a eso se dedica la autora), de una mala decisión o del mismo azar. De lo vulnerables que nos encontramos ante que esos instantes de felicidad que se trunquen sin poder hacer nada al respecto.

Un libro cargado de duelo, una invitación a sacar el mayor provecho de lo que tenemos, a valorar aquello que todavía no hemos perdido.

Además de ofrecernos una narración descarnada de su tragedia, la escritora muy acertadamente lo acompaña del relato cronológico de los fatales acontecimientos, manteniendo el interés del lector hasta sus últimas líneas.

El papel pintado de amarillo es ese relato que nadie debería haberse sentido en la obligación de escribir. ¿De verdad había médicos que consideraban que la mejor forma de curar una depresión postparto era aislar a la paciente en una habitación, privada de cualquier estímulo y obligada a permanecer horas mirando al vacío? ¿Esa era su gran solución?



Charlotte Perkins Gilman escribió este relato después de una depresión postparto que casi acaba con su cordura y, menos mal que lo hizo, porque consiguió abrir los ojos a mucha gente para que ese remedio dejara de ser una práctica común.



Es un relato muy cortito pero impactante, escrito casi en forma de diario, los lectores somos testigos de la espiral de locura en la que se ve inmersa la protagonista. Su obsesión por el papel de patrones amarillos que adorna la habitación en la que está es el eje central de todo y lo que se llegará a convertir en una obsesión para nuestra protagonista. Una lectura en ocasiones asfixiante con un desenlace que me dejó sin habla y que entiendo que causara tanto revuelo en la época en la que se publicó.



En mi edición, además del relato que da nombre al libro, venían también otros tres más, en mi opinión menos impactantes pero igual de importantes. Son relatos con tintes feministas en una época donde la mujer era poco más que una histérica mujer florero.



¡Super recomendado!