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Cuando el amor se cruzaba en tu camino era de necios pasar de largo, porque el destino no siempre ofrecía segundas oportunidades.

«Los objetos, como las personas, no han de juzgarse nunca por su aspecto exterior», me dijo, «su valor radica en lo que esconden bajo todas esas capas con las que se protegen. No lo olvides».

«Ten mucho cuidado... Cuando la niebla duerme, la maldad despierta».

«Cuando se es feliz, el tiempo pasa demasiado rápido, de ahí las ganas de querer detenerlo para que se eternicen esos maravillosos momentos que no volverán»,

Los muertos hablan y los lugares donde son hallados, también.

Hay personas que nacen con la maldad en el cuerpo. Reencarnaciones de espíritus infernales cuyos pensamientos y acciones destruyen vidas normales.

Supongo que la mayoría de los días importantes de la vida de una persona no vienen anunciados, solo llegan, y en nosotros está aprender a pararnos para distinguirlos y no dejar que se evaporen entre cientos de recuerdos más sin importancia.

Me fijé en ti porque estabas solo en una playa cuando el sol aún no había terminado de salir; porque escuchabas el mar como si entendieras su lenguaje; porque sostenías un ukelele que parecías no querer tocar; y porque mirabas el cielo igual que si quisieras echar a volar y desaparecer en él. Y yo no pude evitar preguntarme qué sería aquello que te oscurecía el rostro.

Me enseñó que el miedo a morir no tiene sentido si no sabes vivir; que al final la vida es solo un cúmulo de sonrisas sinceras, de lágrimas de alegría y de instantes que querrías llevarte contigo. Y yo tenía el contador de todas esas cosas muy vacio.

𝑳𝒐 𝒑𝒆𝒐𝒓 𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆𝒔. 𝑷𝒐𝒓 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓 𝒄𝒐𝒔𝒂 (...) 𝒍𝒂 𝒊𝒏𝒇𝒂𝒏𝒕𝒆𝒓í𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂 𝒚𝒂 𝒆𝒏 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂 𝒍í𝒏𝒆𝒂 𝒚 𝒏𝒐 𝒏𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒕𝒂𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒕𝒊𝒓𝒐𝒕𝒆𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒚 𝒅𝒆 𝒐𝒕𝒓𝒂.

No hay nada tan agradable como el olor de la tierra buena y limpia , excepto el olor d las cosas frescas que crecen cuando la lluvía ca sobre ellas.

en ese pasaje de Testimonios sobre Mariana donde dice: «Esa noche, contemplando a la madre y a la hija, tuve la extraña sensación de que las dos eran la misma y que una de ellas había inventado a la "otra" para hacernos creer que gozaba de alguna compañía».

Su amor por el bordado y los textiles estaba ligado a su método de escritura. En una entrevista con Roberto Páramo dice: «Mi método de escribir es coser, cada vez que voy a escribir algo me pongo a bordar. A cada puntada que doy es como si escribiera una palabra, y conforme sigo la guía, la guirnalda o la margarita, voy construyendo la trama, la escena o la situación». «Si no bordara», dice, «no podría escribir».

En “La dama Boba”, describe la cualidad performativa del lenguaje como un instrumento para ver en la oscuridad: «Ya oscurece, ya no es tiempo de hablar. Ahora tenemos que ver con los ojos en lo oscuro. Nombrar oscurecer es que oscurezca, y si uno no nombra las cosas en la noche no ve nada. (Oscurece completamente.)».

El pasado en estas hojas está tan vivo que de pronto siento que el fantasma soy yo, un espíritu que espía ese diálogo apasionado.

Prefiero el metal a las personas y por eso la forja es mi zona de confort.

No es que no quiera conectar con otros seres humanos. Lo ansío, pero ante todo, anhelo sentirme segura. Nunca me he sentido a salvo más que con Temra.

Ojalá pudiera separarme del miedo y averiguar quién soy en realidad.

Quizá los duelos en compañía aportan consuelo por ese motivo. Todo el mundo echa un poco el freno a las emociones para no empeorar las del prójimo.

Es un crimen olvidar ciertas cosas.