Ella, que todo lo tuvo de Ángela Becerra
Al final, el infierno no estaba esperándonos en la otra vida, ni era lo que tanto nos habían sermoneado: llamas y cuerpos retorciéndose de dolor mientras el demonio se alegraba de engrosar la cifra de malvados. Estaba en la propia vida, en el día a día. Cada ser humano tenía que hacerse cargo de su sombra. Nada ni nadie podía salvarlo de llevarla a cuestas.
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