Después del monzón de África Ruh
Mientras habla, yo me quedo mirando las tapas descoloridas del diario. Las palabras de Amelia aún resuenan dentro de mi cabeza: «No soy capaz de lamentar la frívola decisión que tomé y que cambiaría el curso de mi vida para siempre». ¿Me arrepentiré yo alguna vez de mi propia travesura, de haber cruzado el mundo para recuperar algo que consideraba que me pertenecía por derecho? Aún no puedo saberlo. Después de todo, Amelia me llevaba ventaja: cuando ella escribió su diario, ya había vivido los hechos que decidió narrar en él.
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