Yukio Mishima
En las xilografías del periodo de Genroku, se advierte a menudo que los rasgos de dos amantes son sorprendentemente parecidos, hasta el punto que resulta difícil distinguir hombre y mujer. De la misma manera, el ideal de belleza de la escultura griega conduce al notable parecido entre varón y hembra. ¿No puede hallarse aquí uno de los secretos del amor? ¿No cabe la posibilidad de que en los más recónditos recovecos del amor aliente un deseo según el cual tanto el hombre como la mujer ansían llegar a ser exactamente como el otro? ¿Y no es posible que este deseo los impulse más y más, llevando al fin al trágico intento de llegar a lo imposible, por el medio de actuar de manera diametralmente opuesta a la anterior? En pocas palabras, como su recíproco amor no puede alcanzar la la perfección de la recíproca identidad, ¿no se produce acaso un proceso en cuyos méritos cada uno de los dos procura revisar los puntos de diferenciación -el hombre su virilidad y la mujer su femineidad? y emplea esta rebelión a modo de coquetería al otro dirigida?
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