Confesiones de una máscara de Yukio Mishima
Hay cierta clase de impudor que solo sienta bien a las vírgenes, un impudor muy distinto al de las mujeres maduras, un impudor muy distinto al de las mujeres maduras, un impudor que intoxica a quien es testigo de él, como si de una suave brisa se tratara. Es algo que bien puede calificarse de mal gusto; pero, a pesar de ello, gracioso como, por ejemplo, el deseo de hacerle cosquillas a un niño de corta edad
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