El chocolate no hace preguntas de Yolanda Quiralte
Bruno respiró. Respiró hondo, muy hondo. Con el diafragma, tal y como le habían enseñado en las clases de yoga a las que iba desde hacía un mes para combatir el estrés. Tener una librería en tiempos de lecturas digitales era algo así como hacerse el harakiri a diario, pero él era un hombre de fe y estaba seguro de que, con todas las nuevas propuestas, su amada Bookería saldría adelante.
|