La residencia de estudiantes de Yoko Ogawa
Su manera de hablar no había cambiado en absoluto. Suspiré aliviada, pues sonaba exactamente como siempre: lo recordaba íntimamente ligado a aquella voz tan peculiar. Espiró con lentitud, como si estuviera respirando profundamente, y habló con voz ronca. Era una voz tan huidiza, que me preocupaba que aquel aliento tan profundo pudiera tragárselo en el momento menos pensado.
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