Anna es una bailarina de 23 años que, debido a un accidente, tiene que dejar de bailar. A partir de ese momento comienza a trasladar su obsesión por la perfección a la comida: necesita saber. El cambio es tan gradual que ella no se da cuenta que está entrando en la espiral de la anorexia. Por suerte, la gente de su alrededor sí percibe que algo está malo está ocurriendo y la vida de Anna podría estar en peligro.
Matthias, su marido, es quien termina dando el paso hacia la recuperación de su mujer. Tras mucha insistencia Anna es internada en un centro dedicado a la superación de la enfermedad. Allí la joven conocerá a Emm, Valerie y Juliet, todas ellas con historias diferentes pero que comparten con ella un mismo enemigo: la comida. Juntas lucharán para vencer la anorexia y volver a ser capaces de mirarse al espejo sin complejos.
Lo primero que me llamó la atención del libro fue, sin lugar a dudas, su portada. Me pareció muy sencilla y bonita a la vez, con el grupo de chicas reunido. Tras leer la sinopsis pensé que se trataría de algo relacionado con el baile. Habiendo yo bailado desde pequeña, relacioné los moños y el vestuario —parece que visten maillots— con el ballet y me hizo ilusión pensar que se profundizaría en el tema en el libro. Sin embargo, me equivoqué completamente. La imagen es una representación de las chicas residentes en el número 17 de Swann Street y no tiene nada que ver con la danza. Me decepcioné un poco porque me hice una idea de lo que sería la historia. Por suerte, aunque no era lo que esperaba, me gustó muchísimo y cumplió con mis expectativas.
La historia está dividida en 91 capítulos cortos que hacen que sea un libro dinámico y muy fácil de leer. Muchos de estos capítulos son informes médicos que aportan datos de la evolución de Anna en el centro; este fue un detalle que me gustó mucho porque es una forma muy original y conveniente de enseñar al lector el progreso de la protagonista.
Está narrada en primera persona desde el punto de vista de Anna, tanto en presente como en pasado, lo que nos confiere la posibilidad de saber cómo era la protagonista —tanto física como psicológicamente— antes de padecer anorexia.
En cuanto al ritmo. no decae en ningún momento, pues vives muy de cerca la tensión a la que está sometida una persona que se enfrenta a la superación de un trastorno de alimentación. La ambientación también juega un papel fundamental en la inmersión del lector en la historia, pues la trama solo se desarrolla en el centro donde tratan la enfermedad, haciendo así que la sensación de asfixia de Anna atraviese las páginas y la sienta también quien lee.
Todo lo mencionado sumado a la pluma de la autor, sencilla y cercana, convierte Sueños frágiles en una gran lectura.
De la trama destacaría cómo la autora saca a la luz los entresijos de la anorexia: cómo afecta a quienes la padecen en el día a día —situaciones rutinarias respecto a la comida que damos como sencillas pueden convertirse en un infierno para otras personas—, cómo lo afronta el círculo más cercano, cómo se puede actuar para facilitarles el camino... Hasta ahora no me había planteado todas estas cuestiones y Sueños frágiles las ha abordado de manera cuidadosa y respetuosa.
Además de la delicadeza con la que se trata la anorexia, la autora incide en la importancia de tener —o ser— una buena red de apoyo. El hecho de tener a tu lado a personas que te apoyan y te acompañan en la lucha contra la enfermedad es fundamental y un punto clave en la recuperación.
Otro aspecto que destacaría del libro es que se cuentan muchos casos, todos ellos diferentes. Esto es aplicable a cualquier trastorno en realidad. A pesar de que todas las chicas del centro comparten ciertos rasgos, cada una es un mundo y tiene un ritmo y unas necesidades. Me ha gustado que al abordarse tantas historias el lector se conciencia de cuántos factores pueden llegar a influir en el desarrollo —y mantenimiento— de la anorexia.
En cuanto al final, me ha parecido muy apropiado, aunque me ha faltado algún epílogo en el que se aclarara el futuro de los personajes.
Todos los personajes me han resultado entrañables. Anna es quien lleva la voz cantante y viviremos su anorexia en primera persona. Gracias a su perspectiva podemos entender de dónde surge su problema y la razón por la que actúa como actúa. Es un personaje muy realista y es fácil empatizar con ella y su situación.
Sin embargo, si tengo que quedarme con alguien de la historia, me quedo con Matthias, su novio. ¿Es perfecto? Por supuesto que no, nadie lo es. Pero está con ella e intenta por todos los medios ayudarla, comprenderla y, sobre todo, que se cure. Él es una pieza clave en la historia, es una de las razones por las que Anna tiene ganas de seguir viviendo.
En cuanto a los personajes secundarios —las chicas del centro, Emily, Valerie, Juliet...— son otro gran fuerte del libro. No voy a desvelar nada de ellas porque querría que lo descubrierais por vosotros mismos. Solo diré que cada una lleva una lucha como la de Anna, cada una con su pasado y su historia, y merece muchísimo la pena conocerlas. Eso sí, me hubiese gustado ahondar más en su trayectoria y, sobre todo, saber de su futuro.
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