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La princesa prometida de William Goldman
-Soy tu príncipe y te casarás conmigo -le dijo Humperdinck. -Soy vuestra sirva y me niego -susurró Buttercup. -Soy tu príncipe y no puedes negarte. -Soy vuestra sirva fiel y acabo de hacerlo. -Negarte significa la muerte. -Matadme entonces. -Soy tu príncipe y no soy tan malvado..., ¿cómo es posible que prefieras morir antes que casarte conmigo? -Porque el matrimonio supone que se ha de amar, y el amor no es un pasatiempo en el que yo destaque. Lo intenté un vez y acabó mal, y he jurado que jamás amaría a otro. -¿Amor? -dijo el príncipe Humperdinck-. ¿Quién ha hablado de amor? Yo no, te lo aseguro. Verás, el trono de Florin debe contar siempre con heredero. Y ese soy yo. Cuando muera mi padre, no habrá heredero, sólo un rey. Ese soy yo otra vez. Cuando eso ocurra, me casaré y tendré descendencia hasta que nazca un varón. O sea que te quedan dos alternativas, casarte conmigo y convertirte en la mujer más rica y más poderosa en miles de kilómetros a la redonda, y regalar pavos para Navidad y darme un hijo varón, o bien, puedes morir de terribles dolores en un futuro muy cercano. Decídete. -Nunca os amaré. -Aunque me dieras tu amor, no lo querría. -Entonces, no sé hable más, casémonos. + Leer más |