El señor de las moscas de William Golding
“—Quizá —dijo con vacilación—, quizá haya una fiera. La asamblea lanzó un grito terrible y Ralph se levantó asombrado. —¿Tú, Simón? ¿Tú crees en eso? —No lo sé —dijo Simón. Los latidos del corazón le ahogaban—. Pero... Estalló la tormenta. —¡Siéntate! —¡Cállate la boca! —¡Coge la caracola! —¡Que te den por...! —¡Cállate! Ralph gritó: —¡Escuchadle! ¡Tiene la caracola! —Lo que quiero decir es que... a lo mejor somos nosotros.” |