La ciudad de William Faulkner
De manera que cuando vimos por primera vez a la señora Snopes cruzar la plaza dando la terrible impresión de que al cabo de un segundo su misma piel quemaría la ropa que llevaba, sin dejar siquiera un velo de cenizas entre ella y la luz del día, nos pareció que estabamos viendo con nuestros propios ojos al Destino...
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