Gompertz hace un recorrido por los logros singulares de artistas de todas las épocas, desde Fra Angelico a Noguchi, pasando por Rembrandt, Chardin, Rubens, Artemisia Gentilleschi o Alice Neel. De cada uno de ellos destaca un rasgo. La capacidad de Rembrandt para enseñarnos a mirarnos a nosotros mismos, nuestra humanidad. La de Chardin para enseñarnos a contemplar los objetos cotidianos que nos rodean. La de Rubens para que apreciemos el resultado de combinar maravillosamente la política y el arte, colocando a este último por encima de la primera. La de Gentilleschi para que reclamemos, con ella, el lugar de la mirada femenina en un mundo que la ha descartado por sistema y con violencia. La de Alice Neel para invitarnos a entrar hasta el fondo del alma humana. O la de Fra Angélico para mostrarnos que la realidad no es solo lo que vemos, sino también eso a lo que aspiramos para realizarnos plenamente. La mirada de Gompertz es muy consciente de las carencias de nuestra concepción de la Historia del arte, marcada por la ausencia de mujeres artistas y por los abusos del colonialismo. De ahí que, en la nómina de autores, destaquen numerosas artistas que han revolucionado nuestro modo de ver y de sentir, desde Gentilleschi en el barroco a Kara Walker, Eva Hesse, Hilma Af Klimt, Agnes Martin, Jenifer Packer en nuestros días. Todas ellas fueron o son consumadas creadoras. Y algunas, además, por su doble condición de mujeres y representantes de minorías oprimidas, han abordado en sus obras de forma magistral tanto la violencia sutil –y no tan sutil– del patriarcado como las heridas del racismo y de la colonización. Es sin duda uno de los aspectos más interesantes de este libro –y una de sus aportaciones más importantes, por lo cercana que resulta para la sensibilidad actual, de nuestra época– la forma que tienen estas artistas de lidiar con una tradición que las aplasta, pero a la que, al mismo tiempo, admiran, o de vérselas con la naturaleza profunda del poder. + Leer más |