El velo pintado de
William Somerset Maugham
...al despuntar el día, Kitty vio, o más bien adivinó, una escena de hermosura tan arrebatadora que por un breve rato la angustia de su corazón remitió y toda tribulación humana se redujo a la insignificancia. El sol salió, disipando la niebla, y Kitty divisó el camino, que discurría sinuoso hasta donde alcanzaba la vista, entre arrozales, por encima de un riachuelo, a través del paisaje ondulado; el camino que debían seguir. Los errores, las locuras, los reveses que había sufrido, quizá nada de eso había sucedido en vano si ella era capaz de seguir el camino que ahora atisbaba ante sí, no el sendero del que le había hablado el bromista de Waddington, que no llevaba a ninguna parte, sino el camino por el que las queridas monjas del convento avanzaban humildemente, el camino que conducía a la paz.