Antología poética de William Henry Davies
¡Cuando tenía yo dinero, ay! No conocí el sosiego hasta ser pobre: llamaban a mi puerta todo el día, dándoselas de amigos, falsos hombres. Me sentí como el niño que sostiene una trompeta y no debe tocarla porque alguien ha muerto. ¿A este mundo traidor podía yo decirle nada? He pensado en la vida mucho, he visto que el corazón del pobre vive alegre y que, mientras trabaja, su mujer como una abeja va zumbando siempre. Así que cuando veo cómo ríen mientras los ricos van frunciendo el ceño, me digo que no deben subir nunca ]y que deben en cambio bajar estos. Cuando tenía yo dinero, ay, se vio que mis amigos eran falsos, pero ahora que no tengo ya ninguno sé que son de verdad, aunque contados. |