Los emigrados de W.G. Sebald
… ponerse a contar era para él tanto una tortura como una tentativa de autoliberación, una especie de salvación y al mismo tiempo una despiadada autodestrucción… cuanto más contaba el tío Adelwarth, tanto más se desconsolaba. Después de las Navidades del año cincuenta y dos cayó entonces en una depresión tan profunda que a pesar de su patente necesidad de poder seguir contando, no conseguía pronunciar nada, ni una frase, ni una palabra, apenas un sonido.
|