Apegos feroces de Vivian Gornick
Entonces nos sentamos juntas, en silencio, sin implicarnos la una con la otra, solo dos mujeres que escrutan la oscuridad de toda esa vida perdida. Mi madre no parece ni joven ni vieja, solo profundamente absorta por lo terrible de lo que ve ante sí. Y yo no sé qué soy a sus ojos.
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