La fiesta de la señora Dalloway de Virginia Woolf
Pero era despreciable, mezquino y cobarde preocuparse tanto a su edad y con dos hijos, depender todavía tanto de la opinión ajena, no tener principios ni convicciones, no ser capaz de decir como los demás: ¡Está Shakespeare! ¡Está la muerte! No somos más que gusanos en una galleta o lo que fuese que dijeran. (Capítulo 6. El vestido nuevo.)
|